Hay un hule que
traspira llovizna,
tus uñitas son ya
uñas buscando
carne fresca donde
dejar huella
suficiente para el
caminante
que te crees que
eres en la neblina
de esta noche.
Buscando serena
una senda, quizás un
velero
te lleve al trazado
de tus pasos
en tierra extraña.
Miras de reojo
tu barriga que le
duelen gases
que la noche pasada
hizo suyos
y que ahora se
avergüenza de la luz
que a su manera te
invita al polvo
del camino. Te tocas
la frente
acurrucada a cal y
canto
en esa falda joven
en piernas
que aspiran a semen
derramado.
Y de vuelta a las
andadas dices
lo de siempre, ojalá
ser adulto
no sé qué, qué pena
de mañana
a solas no sé
cuántos, te duele
un bastante el día
que contemplas
cuando tu padre
grita asustado
que llegó la feria a
la ciudad.