La luz del verano como la hemos conocido,
con los tintes de bellacos abordando playas
de carne y fuego, ensaladas de pezones
de estéticas dispares. Como conocimos también
los versos, las calles empedradas y los fríos
entrando septiembre. Recuerda si quieres
los ecos de los monasterios de la meseta
sin rezos más allá del sexo salvaje de los jóvenes
que fuimos. Ahora la estepa documental
en blanco y negro, trazados de gomas sobre
el asfalto, el mundo en la mochila
reclamando pertenencias.
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