A veces las infancias se leen como libros abiertos
donde cabe todo, los capítulos extensos
y la pereza.
A veces las infancias se escuchan como el barco
que pasa, removiendo el mar
y la luz del faro.
A veces las infancias se mastican igual que la pasta
que se escurre entre los cubiertos
y las salsas.
A veces las infancias pierden el sentido
sin notarlo, ni escuchan, ni ven,
ni saben.
A veces las infancias son carteles publicitarios
en vías rápidas sin tráfico, vendiendo sin decencia
productos perecederos.
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