Comentaba que se hacía de noche, pero no oscurecía,
que había botellas vacías
y el bar estaba cerrado,
que muerto había estado pero no se contrataron ataúdes.
Me abrazaba en la noche y pintaba de negro las mandalas,
que era tarde decía, y buscaba en los cajones un corpiño
antes de asumir la toma de unos tiempos que no existían.
Nos fijábamos en los edificios desde el coche de segunda
mano,
fijábamos la mirada en la nieve en pleno Agosto,
cumplíamos años pero no teníamos monedas para la fuente.
Lo rebelde del reflejo de los cristales es un viaje de
repente,
decías con la percha en la mano y la tarjeta de crédito
perdida,
comentaba que se hacía de noche, pero no oscurecía.
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