Hay rincones de habitaciones donde uno se pierde
y se hace un hueco, es igual que los pollitos
de la infancia bajo la lámpara o las cortinas
que apartaban nuestros anhelos de las
ventanas. Eran peligrosas por los tiempos
de antes, las ventanas digo, las que desparpajo
al viento mostraban la vida, esas, sí,
esas que decían en inglés lo que no se entiende
de las huellas, y sin embargo seguíamos
el camino sin pérdida alguna.
Hay rincones de habitaciones donde uno se pierde
pero el rastro queda, y resulta fácil desandar
los caminos deshabitados de las afueras.
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