Todos los catálogos en dípticos de puertos
pesqueros claman por damas con rosarios
en el cuello, en las manos, rezos entornados
en pasillos oscuros si buscan perversiones
con los cuerpos desnudos. Son figurones
de cuarenta años atrás, de treinta años
por delante si nos quedan. En las páginas
todo pretende ser artístico pero no pueden
los recuerdos nada salvo aspirar a credos
aún no inventados. Y grita un padre, y una madre
asoma entre los tonos grises de las ciudades
iluminadas. Como las sátiras mitológicas
que enfunda en traje de luces a Polifemos
y Narcisos, los puedes encontrar
en el catálogo de los puertos pesqueros
clamando damas con rosarios lascivos,
si no te deja el olor a sal y escama distinguir
los pezones tras las blusas, llama a mi puerta,
si no te dejan los adoquines mojados
de sangre y agallas marineras
distinguir el aliento de la palabra, llama a mi puerta,
si para ti todo fue una aventura
que no te dejó herida profundas,
toca a mi puerta y te daré las claves
del asunto.
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