lunes, 21 de mayo de 2012

Desfilando idiomas

Eres un adolescente que se inicia en la vida


escribiendo los primeros versos, no hay miedo

entonces al tiempo que va pasando,

no hay temor a la pérdida de algo aunque

la pérdida de nada solía quitar el sueño

más que los exámenes o unas faldas rebeldes

ante el espejo. Es esa época de granos amigables

que pueblan los sueños y las erecciones.

Sin embargo las estrofas eran un refugio

en épocas de entreguerras, contra la tormenta

existían las mesas de mármol y las soledades

de un cuarto juvenil de clase media española.

Eres un adolescente que transita túneles húmedos

que visitan tierras fértiles, ultramares

donde se deja uno la piel rasgada por soles

que aspiran a la caricia en una piel que no envejece.

Y de repente, vuelves la vista a otro paisaje más añejo,

se funden las pecas de tu torso y tus venas

son ríos que atraviesan los recuerdos. Eres un hombre

y no lo sientes, escupes quejas y encuentras

letanías, absorbes las mareas de amigos que roen

sus propios pasos por evitar el idealismo. Rancias

avenidas del deseo somos aunque nos creamos

calles vacías de una gran ciudad dormitorio.

Entonces ya no son las cenizas un horizonte,

las cenizas son entonces el mar que lo relame

al son de soles que aún esperan. Y luego

lo de siempre en mi regazo, las horas de estudio

y un verano que huele a niños desamparados

y a toque de corneta en el desfile.

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