Se pierde y es mejor no pronunciar palabras que dificulten el proceso. Primero suelen venir las calificaciones innecesarias, para luego desenfundar los miedos a lo desconocido.
Se pierde entre mecedoras de antaño y fuertes insultos que nadie pronuncia pero todos acaban oyendo. En las riendas de los caballos, en los desperdicios en las basuras y en algún que otro texto artístico (o aspirante a artístico) se encuentra la pérdida, acurrucada, muerta de asco, con el horizonte final de la derrota pegado a la sien.
Se pierde asumiendo con la dignidad suficiente lo que implica, esto es, que el camino no se ha de volver a recorrer en su totalidad, y sin embargo, las hormas del calzado se desgastarán como las horas últimas de la noche.
Se pierde entre mecedoras de antaño y fuertes insultos que nadie pronuncia pero todos acaban oyendo. En las riendas de los caballos, en los desperdicios en las basuras y en algún que otro texto artístico (o aspirante a artístico) se encuentra la pérdida, acurrucada, muerta de asco, con el horizonte final de la derrota pegado a la sien.
Se pierde asumiendo con la dignidad suficiente lo que implica, esto es, que el camino no se ha de volver a recorrer en su totalidad, y sin embargo, las hormas del calzado se desgastarán como las horas últimas de la noche.
Se pierde con caballerosidad, incluso donosura, apreciando cuanto (y cuánto) enseña la derrota, recreándose en la estética del perdedor y en el propio dolor de la perdida, pero sin lograr evitar envidiar la pueril felicidad del vencedor.
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