Tuve un hijo que era un horizonte ceniza, se preocupaba por la esencia de las cosas, husmeaba sin desaliento hasta encontrar las respuestas, de vez en cuando flaqueaba y quería hacerse un hombre, crecer y afrontar con independencia su destino, intentaba hacerse un hueco en los lugares más insólitos, en las orillas, en los picos de las montañas y un buen día incluso llegó a tocar los lindes del cielo. Entonces se reconoció justo donde el cielo y el mar comulgan, y se sintió de repente un extraño, un invasor de un territorio que no le pertenecía, un horizonte que aún estaba buscando sus cenizas.
Hace 9 años
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