Grenoble que no sueña.
Me contabas en el invierno sobre
el sonido que no dura de las teclas del portátil
donde escribías tus versos. Para ti
era una cómoda manera de viajar y recrearte
en días de lluvia que no viviste, también
iniciáticos discursos lograban su hueco
entre vocales y consonantes. Los sueños, decías,
los sueños del olvido que se acaba,
los lentos tranvías también estaban en ellos,
fuerzas de costumbres sin muros que derribar.
Me contabas desde luego el desencanto
que simplemente te contaron los libros
de tus estantes , hoy vacíos, ¿dónde de todo eso
que soñaste la cuna de todo se encuentra?
Es cierto que me contabas muchas anécdotas
disparatadas, podían arrimarse a las orillas de los ríos
o perecer en tierras olvidadas sin hilo
telefónico. O algún apagón de luz en la ciudad,
o los botones del mayordomo plateados,
también los vuelos rasantes allá a lo lejos
o las ganas de ganarte a casi nada.
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