Se dejan los días del erotismo a un lado,
los de los fluidos que pringan las páginas
de los libros, los que evocan sin remedio
lirismos de vahos bajo las puertas
de los escalofríos. Algo salvaje que no cuentan
los versos, sólo las ventanas iluminadas
en las alturas recuerdan el clásico teórico
en su caverna, sus pajas ante teorías
que traspasan los tiempos conocidos.
La verosimilitud se hace hueco entre sábanas
de colores rancios de extrarradio.
La chica de las trenzas, la del caramelo en la boca
la de los labios carnosos que claman
mi nombre.
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