Claro que los aviones vuelan, fíjate, serenos despegan sus
ruedas del asfalto ardiente. Claro que
nuestras creencias vuelan igualmente, pero quieren que el asfalto las entierre,
que el despegue sea ficticio y que las gomas del neumático no se gasten nunca.
Pero míranos, apenas hay huellas ya en ellos y sin embargo seguimos despegando
a cada instante, cada vez con más esfuerzo y sufrimiento, pero seguimos
despegando. Dicen que hay aeropuertos vacíos, que no han visto sobrevolar
máquinas incomprensibles, pero creo que es mentira, que nada de eso ocurre, que
los aeropuertos imaginan y convierten los sueños en realidad. Eso al menos me
cuentan mis padres, que el cielo sirve para cosas, para muchas, pero sobre
todo, me dicen, que sirve para darnos cuenta de que los aviones vuelan, y no
lo hacen vacíos. Mis padres son blancos y yo soy negra, mis padres tienen su
cielo, creo, y yo tengo el mío, pero en las altas horas de la noche algunos
intentan cerrarlos, que no puedan ser visitados por travesías ambiciosas, y
esos terratenientes de las alturas no caben en nuestro vocabulario. Claro que
los aviones vuelan, dice mi madre, como vuelan las historias infantiles en el campo de batalla.
Hace 9 años
No hay comentarios:
Publicar un comentario