Los locuelos de la esquina dicen piropos a destajo. Pasa una
chica ostentosa, impresionantemente ajustada, con los labios carnosos de color
rojo intenso. Mueve las caderas provocando al personal, los locuelos lo saben y
empiezan a tocarse sus partes, ingenian expresiones nunca antes oídas, pero que
ponen a tono a cualquiera. De entre los locuelos está el raro, el que no mira
demasiado, el que habla poco y escribe poemas. La chica se acerca
peligrosamente a los dominios del grupo de locuelos, y enseguida adopta una
postura retadora, se toca el flequillo y mira furtivamente a uno de los más
gallos. El raro ahora está leyendo un comic, pasa olímpicamente de la chica que
huele a maquillaje y huída. Los locuelos se ríen y se acercan a la muchacha, se
voltean las gorras y se ajustan los cinturones, el raro piensa en las ballenas
y en los lechos olvidados del amor que aún no ha conocido.
Hace 9 años
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