Veo que tiene derechos de autor. Es un libro viejo, me
recuerda a ti cuando nos conocimos y nos quisimos en el lago. En la primera página
hay una dedicatoria, fíjate, parece que se querían. No sé si atreverme con el
primer capítulo, me da miedo pisar camino inexplorado y caerme en una ciénaga o
encontrarme con el monstruo del lago. Sin embargo me dices que he de ser
valiente, que las páginas están para eso, para ir pasándolas una a una,
detenidamente, olisqueando la tinta y disfrutando del trazado de las letras
impresas. Por un momento te hago caso y entro de lleno en los primeros
párrafos. Siento miedo, como si saltara al vacío en un precipicio y no fuera a
volver a verte. No sé, además, si soy yo o qué, pero parece que se está
haciendo de noche, así, de repente. Estoy a punto de abandonarlo todo en la
segunda página y me coges del brazo, me acaricias dulcemente y me invitas a
continuar. Si te fijas, algo está cambiando, aparte de ser cada vez más de
noche, ahora resulta que a lo lejos un tren se acerca, pero no hay vías. Oímos
como poco a poco el murmullo de las ruedas rozando el metal se va convirtiendo
en algo parecido a sueños rotos, pero nosotros ahora mismo estamos soñando y
estamos enteros. Sabes que me encantan los trenes, su fluir por la vida es lo
que me atrae, pendientes del paisaje plano, de las llanuras creadas para los
críos, para que jueguen entre el trigo y los girasoles. Recuerdo ahora los
viajes a Salamanca, esos septiembres de exámenes y meseta inmensa cuando el sol
se iba poniendo. Estaba solo y te imaginaba entonces sin conocerte, pero con
odio, lo sabes, y también con cierto orgullo propio de la juventud. Siempre
tenía un libro en la mano y a veces leía entre estación y estación. No nos
conocíamos, por supuesto, y compraba revistas porno porque necesitaba conocer
mi cuerpo, hacerlo mío, sin más límites que el olor a semen del cuarto
alquilado, y calzoncillos húmedos que
disimuladamente llevaba a la lavadora. La matrona que me acogía supongo que se
hacía la loca ante tanto olor a sexo abandonado. Si te fijas, este libro me ha
llevado allí, a los tiempos del despertar, a esos días agridulces donde nada me
faltaba pero no estabas, no existías, ni siquiera eras un borrón en una
pizarra. Si no te importa, me gustaría dejarlo aquí, cerrar el libro y
continuar el camino, por un momento, dejando el pasado reposando donde debe, agradeciendo
que tus caricias me hayan convertido en un aficionado a la lectura.
Hace 8 años
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