jueves, 26 de junio de 2008

Las vísceras de la memoria (III)

Dudas ahora que estás en la biblioteca. Te acuerdas que tienes que hacer la compra antes de que ella llegue. Despistado buscas la 'B' de Bob en las estanterías de literatura hispana. Notas el polvo y la nariz te comienza a picar. Quizás las aceitunas negras con hueso en la ensalada pueden alegrar un poco el día a June. Tratas de no olvidar que el chocolate no puede ser con leche y almendras. De repente, te encuentras con Benedetti. Algo sobre la memoria y el olvido parece contar el libro. Estás constantemente junto a tu carrito con las ruedas torcidas. Por un momento te convences de que tienes que comprar un tren de cercanías que no llegue nunca. Deben ser estos libros de poemas que tienes justo delante. Quieres algo que te haga ver la vida de otra manera, que te permita ver a June con los mismos ojos con los que las vías del tren contemplan los astros. Recuerdas que no tienes tarjeta de crédito, que tendrás que pagar con las pocas monedas que arrastran el peso de los días. La bibliotecaria te avisa del cierre próximo. Te entran las prisas y con urgencia descubres en lo más alto de los estantes 'la biografía de River Phoenix' o alguien parecido. Muestras tu tarjeta de socio mientras la sala va quedando desierta. La bolsa de patatas que sea con sabor a jamón y el tambor de jabón para la ropa que reúna el nombre de todos nosotros. Seguro que June descansa sus pies en tus piernas, mientras sigue vigilando las entrañas de la noche un 'fire and rain' moribundo.

Denver (III)

Siempre que un "goodbye" asoma por las ventanillas de los autobuses de línea, Denver se refugia en los versos que una vez escuchó en un pequeño pueblo interior. Hasta mucho tiempo después no supo ver que los versos son la realidad alternativa de los soñadores de despedidas y adioses.



jueves, 19 de junio de 2008

Denver y June (II)

June solía mirar los posos del café. Rara vez se planteaba más que unas pocas dudas del pasado.
Sabía que los trenes sólo pasan una vez por la misma estación, que cuando se alejan es para siempre. Ella no podía concebir la lejanía en cualquiera de sus variantes sin hacer una predicción certera del asunto. Con soberbia romántica miraba a Denver hacer la cena sin percatarse de todo lo que se había perdido. June era de otra época. Reñía a los alimentos, enseñaba lecciones de moral a los andenes y se masturbaba pensando en el paso del tiempo. Cuando se conocieron, June y Denver dejaron a un lado su colección de billetes de tren sellados. Cuando se conocieron, dejaron de darle importancia a los tendales vacíos, pintaron mensajes en los muros del polígono donde vivían. Cuando se conocieron June aún tenía su sonrisa de pereza. Cuando se conocieron juraron ver pasar el tren, junto a las vías. No sabían que los juramentos como todo en la vida, caducan y se vuelven indigestos.

Las vísceras de la memoria (II)


..un perrito relamiendo las rodillas de su amo....pequeño apéndice insersible que a veces....drena los recuerdos....


jueves, 12 de junio de 2008

Las vísceras de la memoria (I)

Tenemos la obligación de hacer las paces ahora que estamos a tiempo. De entregar los amuletos de la suerte. Tenemos la decencia de dejar la tinta en los tinteros, de mover la ficha en su momento, de gritar mentiras a los vientos. Tenemos la misión, ahora más que nunca, de cantar la hora del cierre, de recuperar cada memoria que nos queda, de no dejar morir los sueños. Tenemos, querido Denver, entre las manos las preguntas, en las postrimerías del alba las respuestas, y un largo camino por delante.

June (II)

Cuando te vayas sabré que no volverás.


Deja abiertas las ventanas del cuarto y las cortinas recogidas. Te pido por favor que escribas de vez en cuanto, que no hagas como esos del norte que las fábulas retratan. Intenta descansar en el camino, no lo hagas todo de un tirón que no es bueno para tu marchita despedida. Posiblemente encuentres peregrinos con los que poder compartir algunas fotos y muchas ampollas de mis vísceras. Llévate la generosidad contigo. Piensa de vez en cuando en nosotros que nos quedamos adorando trenes que se marchan a ninguna parte. Deja caer en tus pucheros algo de aquí, alguna migaja de las razones de tu marcha. Decide por favor, la mejor manera de manchar con tinta la vida. No borres las huellas que dejes tras de ti, ni imagines el extrarradio como no es.Cuando te vayas escribe todos los versos que una vez escupiste en la basura.


Cuando te vayas rasura la cabellera de la luna y parte en soledad, aunque te ruegue con mi habitual insistencia un hueco en tu carreta. Cuando te vayas no habrá farolas capaces de iluminar el desierto que abandonas.




jueves, 5 de junio de 2008

June (I)

June dejaba colgados al sol los sueños del mañana mientras bebía botellines de cerveza.Era muy joven por aquél entonces.Sólo camisetas de estrellas del rock pueblan sus tendales en estos días tan inciertos. La cerveza es la misma. Los sueños ..... no.

Denver (II)

Denver solía sentarse junto a las vías en las afueras. Era entonces cuando en esa soledad de extrarradio, dibujaba planes de futuro. Esperaba con frecuencia el paso del Talgo que se dirigía al lugar en ninguna parte de James Taylor, pero sin cumpleaños , ni tarta , ni velas. Denver era un pequeño animal de costumbres. Dibujaba con el rabillo del ojo surcos de pereza y los regalaba a las ausencias. Según el cielo se iba oscureciendo, imaginaba cómo serían sus sueños de haber nacido en otra ciudad, cómo sus límites de haber aceptado el cambio de guardia a tiempo. Solía llevar consigo una baraja sin marcar. Jugaba a solas con los silbidos lejanos y sus apuestas dejaban boquiabierto a un suspiro que de vez en cuando se atrevía con los raíles. Cuando se encontraba solo ante las vías del tren, pensaba en June. Pensaba en lo tonta que había sido al aceptar aqueltrabajo. Demasiadas cosas en la cabeza albergaba Denver cuando el tren daba las gracias a su paso. Gracias por irse de esas tierras, por pasar de largo. Gracias por dejar bien claro que sólo los poemas más hermosos son dignos de sus ventanas iluminadas.