viernes, 29 de junio de 2012

Diario de un cubo de basura

No creas que no te comprendo. Son días de cansancio, de no poder pensar con claridad y una cuesta arriba no lleva al nivel del mar. Hay una vida pasada que creías tuya, y lo era, pero cuando pasen las estaciones sabrás que los sueños modelan cada paso y que donde estás ahora es el lugar donde siempre has pertenecido. Y te diré más, pequeña negra de ojos de muñeco, en los anales de los años el timbre ruso de un cuento sobre una capa será tu brisa que acompañe en algún momento tus recuerdos. Entiendo que ahora no lo entiendas, y sé que encontrarás laberintos de arbustos que dificulten tus pasos. Pero escucha, hoy es hoy y mañana es un invento, también los magos tienen que aprovechar sus trucos para engañar a lo que envejece y se pierde en la noche. Coge la mano de tu madre y aporrea la guitarra de este cada día más viejo compañero de tu viaje. Suelta la rabia entre almohadones, elige la película en el videoclub y unas palomitas para microondas. Insiste en el abrazo de una raza que se perdió en la senda de camino a casa. Vendrá otro día, y otro, y otro, días como panes recién hechos que a su vez se irán endureciendo cuando el tiempo pase. Acierta con la diana que no ves, ahora que tienes la pistola en la mano. Que esos labios carnosos solo aprendan a decir palabras hermosas y que tu historia se convierta en fábula que a tus hijos cuentes en ese momento en el que te pregunten cómo se fabrica lo eterno de tu memoria.

jueves, 28 de junio de 2012

Diario de un cubo de basura

Cuando uno dice gilipolleces, obscenidades, palabras vacías y burdas, esconde un arma secreta capaz de hacer desaparecer continentes. Un arma de puertas hacia adentro, cargada de lugares oscuros y pieles tersas como el pasado que aparece de vez en cuando. Cuando uno habla en ruso, activa esa arma en medio de la batalla, y la soledad hace acto de presencia como un disparo certero cuando la bandera blanca ondea entre los vientos. Cuando ocurre todo eso, de repente, hay un cuarto diminuto, blanco y verde, una cama y un ruso y una negra hablando en lenguajes extraños, riendo entre susurros, dejando estelas de otras vidas en medio del camino. Hay una cocina también que huele a vino, a fritos recién hechos y frutas de verano. Cuando uno dice gilipolleces esconde, es cierto, una realidad que no es apta para respirar tempranamente los aires de unas mañanas abandonadas a su suerte.

miércoles, 27 de junio de 2012

Diario de un cubo de basura

Ha sido un día muy caluroso, con exceso de humedad y autobuses vacíos. Resulta sorprendente como los parques hacen amigos sin distinción de razas o edades. Como el reciclaje de los desperdicios, separando lo orgánico, el plástico, los cristales, para acabar todo en el mismo basurero, los niños se separan entre los columpios y los bancos para acabar besándose y trotando por las cuestas arboladas. Es un  cubo de basura todo esto, la queja antes del futbol, las chicas en los portales, el perro y el collar contra los golpes. Es un cubo de basura que seguramente recogerán en breve, porque nada queda ni se eterniza. Ahora viene la televisión y las historias de los comienzos, el porqué del primer día, cómo tus padres te dejaron, resulta lamentable que no se entiendan frases tan sencillas en medio de este discurso.

martes, 26 de junio de 2012

Diario de un cubo de basura

Hoy parece que sale el sol a media mañana. Los pájaros no cantan porque solo vemos lo de siempre, coches, cables, hilos que no son telefónicos aunque los teléfonos no puedan vivir sin ellos. El sol es un poquito rancio, algo parecido a un celo animal que se reprime. Glor encabritada porque hay diferencias entre ella y el ruso. CLARO que hay diferencias, pero así todo son iguales. Tendrá que entender que todo pasa por algo, que siempre hay una pregunta sin respuesta y sin embargo se responde. Reza altiva en los altares del capricho, pero también tiene claro que los dioses abandonan igual que olvidan, igual que te retienen pendiente de un hilo, y no precisamente el telefónico. El ruso no entiende de deidades, entiende de electrónica, de distancia, de silencios y sonrisas teñidas de occidente que disimulan sus rasgos certeros siberianos, aunque  Siberia le quede muy lejos. Y tantas otras cosas que no soy capaz de describir a estas horas de digestiones y sueños imposibles.

Diario de un cubo de basura

Huele a cena y champú de baño. Sale un vaho tranquilizador por la puerta del servicio, la cocina huele a fritos de tercera división, hay camas aún intactas, la televisión al fondo y la terraza oliendo cada día más a tomate y otras hierbas. Es una foto de avenida, de un atardecer después del parque, del helado de vainilla y nata, de fresa y nata. También huele a otras muchas cosas; por ejemplo, huele a conversación entre un jovencito y un bombón, palabras como padre, por qué, cuidadores y extrañeza. Huele, seguro que lo imaginas, a una conversación entre dos adultos orgullosos, que no huelen a basura aunque lo sean para el resto de los individuos de su especie, o al menos para la mayoría. Resulta extraño encarar un nuevo día después de saberte a expensas de la recogida nocturna, hacer los planes que toda familia plantea para que un nuevo día comience. Resulta extraño verte envuelto en una maraña de lazos no oficiales, de pequeños hilos de seda que no tejen camisas elegantes. Recuerdo el encuentro con un amigo de antaño, de los tiempos donde ese amigo necesitaba tirar a los contenedores su rabia, su desgracia, sus anhelos caducos. En esas noches no pasaba el camión de la basura a recoger y limpiar los contenedores. Suplicamos al servicio municipal que no se demorara, que recogiera de una vez estos focos de infección que podían arrasar los años vividos como quien arrasa a los años que viven. Sin embargo ahora, el camión pasa cada noche, puntualmente, cuando el sol se encuentra lejos y los balcones bostezan, ahora pasa cada noche, justo en estos tiempos en donde los restos en los contenedores nunca olieron tan bien y se puede prescindir de este servicio municipal tan valorado.

lunes, 25 de junio de 2012

Diario de un cubo de basura

¿Qué se siente cuando estás sin casa? ¿Qué cuando eres como un canto rodante? ¿Qué cuando estás sin rumbo? Eso cantan Dylan cuando un concierto cierra, cuando de nuevo uno vuelve a casa, cuando todo se resume en una canción de rock, cuando la plaza queda vacía. ¿Qué se siente?¿Qué se siente cuando termina la estrofa?¿Qué cuando el cubo de basura teme al camión de la madrugada?¿Qué  se siente, dime, cuando una camiseta huele bien y te extraña? Es un poco rara esa sensación de permanente alerta, de pequeñas heridas en las piernas que van cicatrizando según avanza el verano. ¿Qué se siente cuando unos ojos abandonados miran fijamente a otros ojos abandonados?¿Qué se siente cuando unos labios abandonados besan como ventosas a una mejilla abandonada?¿Qué es todo eso que reconforta a los de afuera y arrasa con la cocina, con el comedor, con los dormitorios? Míralos ahí tranquilos, con sus helados, alguno entra en un restaurante, mira cómo otros hacen las maletas y preparan la merienda de algún pequeño consentido. Dime qué se siente cuando una chica con los ojos verdes te coge cariñosa del brazo y te acaricia la nariz, la frente, y te dice cosas hermosas. Dinos ruso, sin temor alguno, qué se siente cuando los aviones vuelan y para ti solo aterrizan, cuando todo son manzanas y se te han caído los dientes

Diario de un cubo de basura

Los hilos telefónicos, como siempre, de pasada, haciendo el circo con una carpa de luminosos cielos rasos, malgastando la paga entre los barrios pudientes de la ciudad, despreciando la gravilla y alojando en el interior de los críos el idealismo del momento. El hilo de lo injusto, la memoria que se aleja, el hilo de las persianas entreabiertas. Es de los que no quiere una tarea
por las mañanas, no quiere que molesten a los árboles las ramas, no quieren que decida nadie por uno, es el hilo telefónico de los desamparados, de los que han encontrado refugio en un cubo de basura. Glor y el ruso, que no huelen a peladuras ni a agua turbia, que cierran las puertas de este antro contra la tormenta, que han conocido los huracanes de arena de este desierto de occidente. Los hilos telefónicos que esperan la comida, que hacen lo posible por aguantar el hambre y los recuerdos. Glor y el ruso, el Arturo de los cuentos infantiles, el que si roba los bancos se engrandecen los sueños, el que de todo hace de la vida un pasaje interminable.

Diario de un cubo de basura.

Al ruso le han mirado el oído en el centro ambulatorio. Al ruso le han felicitado, todo en orden, los cuidados en casa han mejorado, siente que un aire puro anega la violencia y la realidad de la dureza. Al ruso le puede el gesto serio, la sonrisa inexistente en los recovecos de su pausa. Al ruso hay que hacerle hablar, que escupa realidad y no se corte, pero entendemos que es complicado. Al ruso hay que besarle aunque no lo sienta. Al ruso hay que curarle las heridas aunque no las muestre. Al ruso hay que hacerle entender que hay una negra capaz de mirar a través de sus ojos. A esa negrita hay que enseñarla los colores. A esa negrita hay que dejarle observar el caos emocional de estas afueras. A esa negrita hay que excomulgarla de los días grises. A esa negrita y a ese ruso, a ese ruso y a esa negrita, hay que evitarles el recuento de los días que pasan y nada dejan  reseñable en sus cicatrices. Al ruso le han mirado el oído en el centro ambulatorio, y estamos contentos.

Diario de un cubo de basura


Se puede ganar una guerra después de haber perdido todas las batallas. Se puede mantener una conversación en ruso, por ejemplo, sin entender una sola palabra del idioma. Se puede ganar una carrera de caballos montando al más lento. Se puede, igualmente, asesinar con palabras hermosas, se puede resucitar a latigazos. Se pueden demasiadas cosas, como por ejemplo, se puede uno morir de cáncer con las células intactas. Se puede esperar un milagro cuando ya no existen Dioses. Se puede esperar un poema en estanterías vacías. Se puede, también, de esta manera, girar la cabeza y creer que uno ve el mar. Se puede, otra vez, encender la luz con la electricidad cortada. Se puede, por último, decir que hay que cambiar el rumbo de la vida creyendo que se respira, y es mentira.

Diario de un cubo de basura

Por las mañanas no es extraño encontrarse un hilo de baba o una caricia a destiempo mientras uno va retirando las sábanas. El pequeño ruso duerme acurrucado a la pared naranja, con los ojos prietos y las rodillas aún arañadas por los fragores de la batalla. En el cuarto contiguo se oyen respiradotas de una niña en sus cinco, profundamente creemos que va encajando las piezas de un puzle que nadie sabe si algún día será completado.


Son idiomas raros en este pisito capitalino de provincias pero se entienden todos ellos perfectamente. Está el de la autoridad que siempre intenta dejar su mensaje en las sendas extraviadas. Está ese ruso primitivo y limitado que sin embargo va poco a poco aderezando los mensajes entre todos nosotros. Luego está el de Glor, que aún sigue durmiendo un profundo sueño que posiblemente alguna persiana conquiste y lo someta.

Como siempre, los desayunos vendrán luego, y después el cumpleaños, y más tarde la brecha, y finalmente el cansancio y alguna mala noticia. Pero da lo mismo, los barrenderos no recogen estos desperdicios hasta su próxima jornada, y es bueno que el olor a desechos poderosos vaya poco a poco inundando estos mares secos en los que intentamos nadar y no lo conseguimos, algunas veces.

sábado, 23 de junio de 2012

Diaro de un cubo de basura

Los aviones no son para los ejecutivos, tampoco para los turistas, aunque las estadísticas así lo indiquen y refuercen. Los aviones no son para el personal de abordo, ni tampoco lo son para los futbolistas ni altos cargos ministeriales. Los aviones no son, desde luego, para los huidos de la justicia, no son para los comandantes, los aviones no pertenecen a nadie. Si acaso, los aviones son esclavos de los que esperan, de niños en una huida hacia adelante, niños que conquistan un aeropuerto sin un solo concepto asimilado de economía, desconociendo el concepto de “rescate”,de “prima de riesgo”, pero conquistan un puñado de gente que espera, que algunos les llaman padres de acogida, otros papás españoles, conquistan mucha realidad que no se cuenta. Un negro besando a un niño ario, un niño ario acariciando la tez negra que se esconde en una realidad que no se cuenta, que no interesa. Niños de aquí, de casa, que esperan a otro niño sin saber su origen, entendiendo a medias lo que la realidad esconde. Es un diario de un cubo de basura, donde todo cabe si lo miras fijamente, donde todo cabe y donde todo se entiende si eres capaz de fijarte. De cara al campo de batalla, somos unos valientes sin armas ni armaduras, dispuestos a negar la mayor que a fuego nos marcan desde los inicios de una educación equivocada.

jueves, 21 de junio de 2012

Años hechos añicos

Hay rumores que siembran la duda,


que me sitúan fuera del polígono y cercano

a las vísceras, sobre mí se vierte

el sentido que hierve y es mentira.

Dicen que cuelgo los teléfonos, que no hay

hilo telefónico capaz de abrazar

la memoria nuestra, que decrece el deseo

de aviones que parten y plazas vacías,

hay rumores que se acaban ahogando en un río

sin sonrisa ni mueca en la desembocadura.

Que sepan que no dejé a un lado

la pistola en la nuca ni los pisos vacíos,

que busqué a Denver y a June en los rincones

de mi alma, que quise ser Apollon y no supe

marcar las cartas, que sepan que odio aún

y puedo hacerlo, que quiero aún y no declina,

que sepan que lo daría todo por una sonrisa

rusa que transmita una verdad inconfesable,

que sepan que las carreteras secundarias

mueren en este sueño, que no renuncié a la caricia

de una mano sin rostro, de desconocidos

esperé la siguiente parada, que sepan

que sueño y maldigo, que los delfines

ocupan lugares comunes a mi dicha, que sepan,

llega tarde la menopausia de mis ojos,

que ocurre de vez en cuando la revuelta

de mis escalofríos dormidos, que siento

pleno terror a la idea de estar solo,

que no hay soledad mayor que una June

en un descampado de afectos.

Que sepan que no me vendí en la contienda,

que hubo otros que dieron la paz

a los malvados, que sepan que rehuí el camino

transitado, que busqué espinas y encontré

algodón y Dylan, que husmeé en las basuras

de este sueño y pillé la lepra,

que sepan que nunca estuve en venta y así sigo,

que sepan , que sepan, que sepan

que los tiempos no se cambian con intenciones vacías,

que la pena se deja en casa

si a cambio las vueltas del planeta se resienten.

miércoles, 20 de junio de 2012

Escala el lado oscuro de una montaña,


la pared de la luna sin las marcas

de una ascensión imaginaria,

estruja la almohada con un gas

a destiempo, la baba entre el bordillo

de un sueño y el asfalto,

domingos que mueren cada día

y no te enteras, el desafío del otoño

que vuelve pensando en un regreso

que te aleja, eso es la belleza

cuando parece que declina todo

lo que una vez Denver dijo

que existía en cada huella.

viernes, 15 de junio de 2012

Fijarse en las lápidas de tu corbata a cuadros

Fíjate en las hojitas de una oficina plagada de futuro

abono, de ciertos aires de eternidad

que ni tan siquiera se puede dibujar con una sonrisa

ni con las pecas que el verano nos cultiva.

Fíjate que el vacio rasga las paredes modulares,

no habrá una sola esperanza de triunfo

en el fragor de la batalla, es de lejos

una derrota anunciada en las cuentas corrientes,

trompetas de la muerte

y despachos que son sarcófagos intrahistóricos.

Fíjate que no estarás aquí, que no hay culo

en escalera que resucite lo que ahora parece

interminable.

Fíjate que todo pasa, que no hay lugar para

la carne y los tejidos, que no hay decentes

ofensivas a estos artes que no se reconocen

en mis ojos.

Fíjate en estos leves abandonos de los días que pasan.

jueves, 14 de junio de 2012

Preguntarse, lamerse, descorcharse, reflexionarse, ampararse, rendirse, recolectarse, amarse, tocarse, masturbarse, replantarse, ausentarse, despedirse, saludarse, abonarse, mineralizarse, romperse, cortarse, los misterios, las heridas, el pasado, los amigos, la evidencia, las pertenencias, como el primer día, a solas, con pañuelos, por si acaso, cuando canse todo, por si acaso, cuando llegas, y crecer en silencio, como un superhéroe, en dos mitades, sin el filo desgastado, el pasado, sin cicatrices, y el futuro, y los enemigos, y la mentira, qué sabe Dylan de todo esto y cómo uno contempla la obra maestra.

miércoles, 13 de junio de 2012

Son estadios los llenos que me gustan,


que no quepa un alfiler en el cesto de los sueños,

una receta amarga en el postre de la noche,

deberes en rojo anotados igual que esta vida

que a todas horas se equivoca.

El murmullo del grifo en los baños,

ausencias terminales del cáncer de un nombre,

de una cara, de un amor.

Son estadios llenos que me gusta ver,

atado a la butaca de la espera,

ardiendo en Dylans con callejones sin salida

a altas horas de este ocaso.

lunes, 11 de junio de 2012

Mazinger no vive aquí

Cuando los muertos se transforman en nombres

sin apellidos.

cuando los neumáticos se aferran a las luces que no cesan,

cuando creen en ti los descampados,

cuando una muñeca arde entre el gentío,

cuando el cuándo es el cómo y el por qué es un espejo,

cuando los juegos de palabras cansan,

cuando la arqueología rechaza su prestigio,

cuando me quieres y lo demuestras con tortilla

recién hecha, con un ramo de flores de once sílabas,

cuando las vísceras de los polígonos industriales cierren,

cuando hay un avión que revienta,

cuando reviente un avión que siempre estuvo,

cuando sale Dylan a las nueve de la noche,

cuando el corazón bombea un país desconocido,

cuando odias la botella de plástico

y el borracho cierra la comunicación en la madrugada,

cuando Mazinger quiere ser Superman

y detesta su metálica sonrisa,

cuando Dylan sale al escenario y el pasado

está enfrente y no a tu espalda,

cuando Dylan sale al escenario y no hay

arte capaz de convertirme en lo que tú

una vez

quisiste que fuera y esperabas,

cuando Dylan haya muerto y mis huellas no conserven

las arenas de esta playa,

cuando mi obra maestra deteste a todos vosotros.

jueves, 7 de junio de 2012

Credos de muchachas de la barriada,
como dioses en minúsculas mi amor te canta,
a solas en estos altares a base
de musgo y chatarra, corrientes tiendas
deportivas que en rebajas ya no cuentan
entre las calles, derrumbes de ruinas
royendo en apenas unos segundos los huesos
de este sueño. Siempre lo mismo, el sueño
en duermevelas de hospitales, el sueño
sobre mantas húmedas olorosas de estíos
y viajes infinitos. Devastador es el aire
de ausentes, padres que se mueren, hermanos
de tiempos pasados que ahora sufren
los circos sin animales, los autobuses
que un nuevo año vienen de la nada
cercando y estrechando el escalofrío
y la rabia. Chancletas de andar por casa
que estrenas en la playa, en arenas secas
norteñas mientras suena la banda sonora
de toda una vida. Es Dylan a lo lejos, es Dylan
en la cercanía, es Dylan tus ojos, es Dylan
tu sujetador empotrado en mi deseo,
es Dylan las palabras en el bol de cereales,
en las penumbras de los flexos, es Dylan
la arcada de tu caricia entre mi pierna. Es Dylan
el café de la mañana
en cuartos menguantes con teclados,
todos los refugios son Dylan si te fijas,  pero es mentira,
como el desorden de estos versos
Dylan es tu falda, la eterna creencia del polígono,
es Dylan tu belleza que apuntala el cielo
entre estas paredes de miseria, es Dylan cuando
partes y te elevas, cuando te dicen que no puedes
y golpeas la mesa, eres Dylan querida mía cuando
las plantas ves crecer y te acurrucas, es Dylan
lo que envidia de estos años que se cansan
y envejecen, como ruegos y preguntas tras
una reunión interminable.