jueves, 30 de junio de 2011

Lectura de una infancia

Arco y Mou fueron al río. Se desnudaron entre jolgorios infantiles con ciertos toques de ingenuidad adulta. Arco miraba el pene de Mou comparándolo con el suyo. Mou miraba las piedras de la orilla e imaginaba que la vida se detenía en ellas a cada instante. Arco se tocaba el bañador tanteado su sexo. Arco no dejaba de observar a Mou, mientras Mou fijaba sus pensamientos en la corriente. Arco y Mou disfrutaban escuchando los cantos de los pájaros. Mou distinguía cada uno de los sonidos que emitían. Arco siempre preguntaba a Mou por ellos. Arco y Mou se bañaban en la penumbra del mediodía, sin sombras que despistaran las caricias de los nenúfares en flor.

Lectura de una infancia

Arco decía que un explorador es aquél que emprende un viaje hacia un lugar muy lejano y cuando vuelve no se reconoce.

Lectura de una infancia

Había dos niños que jugaban junto a una ventana. Uno se llamaba Arco, el otro Mou. Arco elegía los juegos de las semanas, Mou aprendía las reglas y se las explicaba a Arco. Jugaban desde las primeras horas de la mañana hasta bien entrada la tarde. Arco solía perder siempre, Mou no ganaba nunca. Arco y Mou se conocieron cuando salían de la heladería de su barrio. A Arco le gustaba mucho el helado de fresa, a Mou el jaspeado con chocolate y nata. Cuando llovía recordaban ese primer encuentro, y en sus cabezas cabían todos los juegos a los que jugaban. Arco y Mou sabían que algún día crecerían y se verían menos. Mou cuando hablaban de eso prometía a Arco recordar todas las reglas de los juegos de esos días. Arco prometía a Mou seguir perdiendo aunque no fuera necesario. Mou prometía a Arco no ganar nunca, aunque tuviera el triunfo cerca. Arco y Mou eran aficionados a las manzanas. Arco y Mou eran aficionados a los poemas. Arco y Mou. Arco y Mou. Arco y Mou bajo el cielo rojo dylaniano creciendo entre mordiscos frutales y rimas imposibles.

miércoles, 29 de junio de 2011

Lectura de una infancia

A veces no caminan los deseos. Se paran, se atoran ante los leves resplandores de horizontes y soles. Suelen responder a los estímulos pasajeros, pero no caminan. Si vuelven a los años setenta sus pies de duende dubitativos intentan un paso, pero no caminan, no consiguen avanzar un metro, es extraño. Sin embargo remolonean en las entradas de colegios, en los uniformes grisáceos de otras épocas, hay pizarras para desprender del llanto la tiza del pasado. Es cierto, que ni así caminan, pero cruzan miradas que lo dicen todo con el atardecer de las edades tempranas.

martes, 28 de junio de 2011

Lectura de una infancia

Conviene no descuidarse en extremo, las orejas heladas bajo la lluvia, los gorritos de lana que rasgan las manzanas de los mercados, pueblos enteros mirando a lo lejos de los niños roques en sus camastros. Algo de lecciones y estandartes, algo también de oleadas mañaneras de vagonetas de once años. Lecciones de escuela venidas a menos.

Lectura de una infancia

Siempre existe un caso que investigar. Al principio parece que apenas tiene importancia. Simulas que ya pasará mientras vas haciendo planes acerca de cómo se hacen las conjeturas justas para afrontar el siguiente. Y todo sigue en ese orden escrupuloso y definido. Cuando es el turno de hacerse con el equipo necesario se recorren las tiendas de segunda mano y los grandes centros comerciales. Luego viene la excitación del equipamiento completo, y se abren los colegios y se emborronan los pupitres.

lunes, 27 de junio de 2011

Indignos

Son estúpidos todos aquellos elitistas culturales que hablan sentando cátedra sobre la vida y la escritura. Preparan frases ingeniosas que piensan mientras cagan, en los partidos de sus hijos, algunos incluso mientras se acuestan con sus parejas. Son estúpidos los que se creen dignos de la palabra porque publican, porque se relacionan con gentes de mando cultural, quiero decir con esto que van incrementando los méritos necesarios para sentirse escritor de todos aquellos que no aspiran a publicar ni sentar cátedra; todo lo contrario, éstos últimos aspiran a dignificar las letras en la vida, la escritura como medio de búsqueda, como herramienta de reconciliación, por decirlo de alguna manera. Así, buscan en las palabras las respuestas sin la necesidad de ver su nombre impreso en la publicación de moda, por ejemplo. Sin embargo, hay otros muchos que no enfocan su aspiración a entender el mundo, únicamente van inventando grandes frases para la posteridad, aforismos repelentes sin otro ánimo que el de encontrar su hueco en el Olimpo de los elegidos. A esos elitistas que alejan la literatura, las letras, la manera de vivir y deformar la vida a través de la palabra, les maldigo. Les maldigo porque solo quieren su hueco sin rellenar los huecos verdaderos, quieren su foto sin darse cuenta de lo complicado que es captar la verdadera instantánea. Pero sobre todo, les pondría en la paredón por el hecho de aprovecharse de los pobres incultos, pues igual que los ricos necesitan pobres para mantener su estatus, los aristócratas de las letras necesitan analfabetos para pasar a la Historia escondiendo sus mezquindades e intereses que nada tienen que ver con lo que, creo , el ejercicio literario únicamente es, es decir, búsqueda, encuentro con uno mismo, exploración de preguntas que aún sabiendo que no tienen respuesta, no se pueden tirar a la basura y merecen ser trabajadas desde la estética atroz de los exploradores entre las sombras.

Hoy contemplas

Las tumbonas son para veranos de lluvia,

los chiringuitos en los Agostos han

de cerrar sus puertas, luego viene el largo estío

si lo dejan, en filas interminables de abominaciones

de vías que te llevan a ninguna parte,

los ríos de las ciudades son los edificios dormidos,

como el peluche desgastado por las babas y el sobe

claudican ante el tiempo, que levemente,

apaga las ventanas sin persianas que siempre

aspiran al paso de la luz que hoy contemplas.