viernes, 30 de noviembre de 2012

Carretas y rascacielos



Es dura la lluvia que deja el mordisco
de un charco en estas ferias,
entre carabineros y orquestas con sus gorros,
y sus americanas a cuadros.
Es dura como un negocio que se cierra
en un prostíbulo, como la cuenta corriente
que no se da cuenta del viaje que alguna vez iniciaste.
Mírate el filo de tu dicha,
el gancho que conmueve en este astillero
repleto de barcos. Que surcan mares
al son de paseos juveniles bien lo sabes,
es dura como los restos del naufragio
en busca de la tierra prometida.

Carromatos y rascacielos.



Con los vista de este mar mandan los piratas del deseo,
abordan dormitorios y toma prisioneros
al son de hierros de papel decorados con palabras
peligrosas.  Las autoridades portuarias aprenden a leer
pero no sobrevivirán a la embestida
de los violentos fuegos enemigos. Novelas el ascenso
a una sociedad que atiende al poemario
y envenena tu romántica espera de un autobús de línea.
Coloreas las viñetas y los cañones braman,
el humo de una violencia inusitada, los rascacielos
inservibles entre tus manos, significados en líneas enemigas,
así vives la vida entre papeles reciclados.

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Carromatos y rascacielos.



Te encuentras en la cresta de la ola
pero no saludas, giras la cabeza
mientras encaras tierras vírgenes
como esta que hoy frecuentas.
La inexperta piel de oro que luces
entre estas sábanas de un invierno
que nadie quizá recuerde.
Hay vacíos que no dejan pasar el aire
y botellas de cerveza en la cocina,
raro como la estela de un cometa
es el tiempo que pasa el sexo
en esta alcoba.
En la cresta de la ola se alejan los críos
que se hacen hombres,
las mujercitas del verano cuchichean
tus éxitos y compiten por un puesto
en tu regazo.
El triunfo de tus ojos poderosos
conversaciones a estas horas de la noche
protegidas por la escarcha.

lunes, 26 de noviembre de 2012

Carromatos y rascacielos. Carrera



Donde había un parque se hacían las paces,
donde el puerto creía en los periódicos,
donde había muecas y pecas deliciosas,
donde estorninos cicatrizaban el cielo,
donde la magia de una gitana pendía de un hilo,
donde se fue desviando el caminar
cansado del viajante,
donde a veces un libro subía los escalones
hacia el centro de la tierra,
donde comenzaron las cifras y las celdas
en rojo,
donde se llegaba a una mañana y se aspiraba
a la puesta de todos estos soles,
donde los tacos en las ruedas disimulaban
en caravanas oxidadas
tus trajes sobre perchas de saldo,
y de madera podrida, y de azueles ojos cerrados.

domingo, 25 de noviembre de 2012

Carromatos y rascacielos. Madre derrotada



Decías que era todo culpa mía,
las academias tan lejos y las aulas
de tu infancia, lo que olía
y no dejabas de fingir el aroma
que no existe, la culpa de una luz
que declina y enciende otra,
las ferias dejando la ciudad y padres
orgullosos imaginándote abogado
o ingeniero, la autopista de la vida
plagada de peajes.

jueves, 22 de noviembre de 2012

Carromatos y rascacielos



Dejaste de escribir cuando subiste a la cuarta planta,
te decías que ahora tocaba la vida,
el deseo de una escalera que te lleva lejos de los días contados
para gente que atrás dejó tu nombre.
Te decían los amigos del bar que había marcas y marcas,
la jefa te dejaba su sitio en las ponencias y te hablaba
al oído rozando con dulzura tu vocablo preferido.
A veces te invitaba a cenar con jefes que no conocías
y te ponías triste en los postres.
Te escapabas en cuanto podías con tu cochazo a los límites
de una ciudad que era afueras, buscabas en labios
una noria de la infancia y en el semen derramado
por pocos euros la virginidad de los comienzos entre neones.
Los días seguían su curso y ahora hay despachos solitarios
y hombros bajo ojos muy hermosos. Tu jefa
ya es menos jefa y sabes que la puedes apretar los pezones
sin el riesgo de acabar lejos de esto, de edificios
silenciosos por dentro y luminosos por fuera. Son largas
las tardes y cortas las noches,
esperas de la estela de los coches el milagro del humilde,
y recostarse ante el portátil es un túnel
que te deja en aquella gitana de tu adolescencia,
la que te adivinó el futuro junto a la tómbola
y te agarró el brazo con dulzura, y te dijo que eras un tesoro
y que llegarías lejos, la del aliento asqueroso
y la magia que te dejó en el regazo y tiraste a la basura.