jueves, 24 de julio de 2008

Denver (VI)

Está sentado, como siempre, a solas con la luna. El camión de la basura aún no ha pasado y el tenue deambular de los gatos augura recogida de bolsas destartaladas. Se oyen voces de vecinos y zumbidos de aires acondicionados. Se divisa a lo lejos un tráfico de coches que apenas sí ha nacido y ya se está muriendo. Denver se pregunta por la distancia, por las fotos de las revistas de coches usados. Le resulta extraña la pereza de un astro que siempre le contempla. La luna en la terraza recita versos en su exilio prolongado.

June (III)

Fue una tarde de esas en donde cualquier pequeña brisa anuncia una carta en el buzón ó una cabina de teléfonos libre ó una calle vacía para pasear en soledad. June había quedado a las cinco en la boca del metro de las afueras. En el cielo no había una nube. Como siempre, llegó antes de tiempo y compró en una librería cercana un libro de moda. Hacía un calor impropio del final de un Otoño. Mientras esperaba, pensaba en los deberes de matemáticas y lengua que tenía que presentar al día siguiente. Una redacción sobre los "trenes de la noche" y raíces cuadradas infumables. Odiaba el instituto, las horas eternas de los recreos y las clases de gimnasia. Detestaba sudar bajo un sol abrasador como el de aquella tarde. Cuando se disponía a ojear el libro, lentamente acudía a la cita un chico desaliñado y desgarbado. Se miraron e intercambiaron pelos erizados y algún sueño. Emprendieron el largo paseo de los comienzos. El cielo empezaba a hacer de las suyas. Una pequeña brisa hizo que June se abrochara la chaqueta. Las cabinas de teléfonos se vaciaron mientras las calles solitarias enviaban sus cartas a buzones desconocidos. Esa misma tarde se besaron.

jueves, 17 de julio de 2008

Denver y June (IV)

Tenían un coche con los pilotos rotos. Con él se acercaban a los lindes de otros tiempos. La nostalgia del mar les apartaba de arcenes que en otras vidas frecuentaron. Denver solía petrificarse viendo los concesionarios del polígono. Se imaginaba la vida sin el coche con los pilotos rotos. La pena era que los concesionarios cerraron muchos años atrás tras la crisis económica. Entonces se volvieron duros los créditos, las cenas y los sueños. No era buena idea invertir en papeleras ni en visionarias puestas de largo de la vida. Sólo se hicieron ricos en esos días aquellos que arriesgaron lo poco que les quedaba a los mandos de ese coche con los pilotos rotos. Denver se lamía las heridas frente a los concesionarios moribundos de las afueras.

Denver (V)

Cuando su abuelo le preguntó sobre un mundo sin trenes, ni vías, ni distancia, Denver se derrumbó y vomitó toda la merienda. Eran sus catorce años los que imaginaron el futuro sin todo eso. Fueron sus catorce años los que se despeñaron ese día y no supieron encontrar el camino de vuelta hacia la cima.



jueves, 10 de julio de 2008

Horizonte ceniza (I)

Vendrán tiempos mejores June. Entonces verás que todo lo que te dije eran verdades de las que te impiden doblar la esquina por miedo a los ladrones. Sé que no es fácil creerme si miramos el "horizonte ceniza". Tenías sueños pesados como plomos que se hundieron entre tanta espera. Nos dijeron que nada era fácil, que los cajones donde descasaba nuestra herencia estaban al otro lado del mar. Ahora resulta que todo lo negro llena nuestro estadio. Te pido paciencia querida June. Paciencia para volver a las salas de cine, para deslumbrar con tu sonrisa lo poco que queda, para dejar las heridas lamidas fuera de juego. Vendrán tiempos mejores que estos, dispuestos a empezar de nuevo lejos de este polígono industrial donde nuestros corazones trabajan en turnos dobles. Miras la maleta y te tienta empezar de nuevo, dejar estas tierras, dar un portazo y dejar millas tras de ti. Sé que nada ha sido fácil, que la literatura de nuestra vida abortó en una clínica privada. Pero te aseguro que vendrán tiempos mejores, donde la lluvia ácida de sus mentiras roce a la perfección las sobras de estos platos. June, cree en mí, en estas calles desiertas, en estas farolas fundidas, en las promesas que nos dejamos olvidadas en los discos de Bob Dylan. Vendrán tiempos mejores y espero poder decirte entonces que todo fue un mal sueño, una plaga atemporal de las vidas de los otros que se interpuso en nuestro camino.

jueves, 3 de julio de 2008

Denver y June (III)

Denver miró a los ojos a June. Prometió transformar percheros por distancia, bolígrafos por olvido y vistas aéreas por cicatrices en corazones ajenos. Prometió todo eso sabiendo el caballo ganador en la línea de salida. Denver era un soñador vestido de príncipe. June era ciega ante las palabras. June creyó firmemente al chico de ojos azules que estaba mirándola a los ojos. Mientras, el cielo proyectaba todos los edificios iluminados de las afueras.

Denver (IV)

Salió de aquel internado con la cabeza alta, el corazón arrollado por los trenes y la inmortalidad temblando de dudas. Era un verano cualquiera, y sus padres no pasaban de los treinta y cinco años.