viernes, 30 de septiembre de 2011

Escupiendo editoriales (XI)

Escupiste editoriales en tu discurso de graduación
en un salón de actos
abarrotado de chaquetas de pana y caídas deficientes.
Después te despertaste en el calabozo,
suele pasar si la línea que pasas resulta que la marca
el discurso de las buenas intenciones.

miércoles, 28 de septiembre de 2011

Escupiendo editoriales (X)

Cuando me duele el estómago busco
las urgencias de los hospitales.
Cuando me molestan las muelas y los dientes
busco las farmacias de guardia de extrarradio.
Cuando me rabian los ojos
repaso la lista de los oftalmólogos privados.
Cuando me sangra el corazón
te busco entre poemas y sólo encuentro
páginas en blanco.

Escupiendo editoriales (IX)

Algún día seremos hilos telefónicos,
esos que mantienen erguida la cabeza,
hilos telefónicos de coches antiguos
y del sexo con el vaho y toda esa mierda,
hilos telefónicos con sonidos
tuneados como las pieles cambian al son de los tiempos.
Algún día seremos de todo
y silencio también, gotitas de hormonas
venidas abajo. Hilos telefónicos
con descuentos en las tarifas, fenómenos
extraños
anotando los nombres en los listines
digitales.

martes, 27 de septiembre de 2011

Escupiendo editoriales (IX)

¿Te acuerdas de ese día caluroso en la playa
desierta, el descubrimiento de unas huellas
y nuestra sensación de no encontrar caminos?
Éramos jóvenes y nos queríamos como sólo
los jóvenes se quieren, con el hambre en el estómago
y la dicha en el bolsillo. La pobreza
de los pocos años, me decías, necesitamos
buscar refugios para pasar la noche, nos reíamos
creyéndonos despojos de un recuerdo
futuro y nos cogíamos la mano. Sueño
a veces con las marcas en la arena húmeda
y voy sintiendo lo que no nos atrevimos a sentir
entonces, esto es, sentir las piernas y sus
temblores, la fiesta que se acaba, el bajo
de la orquesta envidiando las guitarras,
en definitiva, lo que han de sentir los huecos
empolvados de casas abandonadas
en descampados, que no hay huella capaz
de traspasar sus límites territoriales.

Escupiendo editoriales (VIII)

Los teníamos rodeados, muertos
de miedo esperando un movimiento
que les dejara maltrechos sobre el descampado.
Se morían de cansancio pero mantenían
erguida la cabeza intentando alcanzar las alturas.
No fueron cobardes,
los teníamos rodeados justo antes del estruendo
que resultó ser la vida resumida
en las palabras que nos llevan.

Escupiendo editoriales (VII)

Las cristaleras del deseo responden
a los brillos de luz de las afueras
con la humedad de las alfombras
de los despachos abandonados
a su suerte,
en las últimas horas del día.
Las cristaleras de las enfermedades venéreas,
como fueron los adoquines
de las calles céntricas de la ciudad
cuando tú y yo nos conocimos
que buscan con desesperanza droguerías.

domingo, 25 de septiembre de 2011

Escupiendo Editoriales (VI)

Owen
Las estanterías repletas de libros
son las ventanas abiertas de una casa
de campo donde la infancia alguna vez
tuvo su sitio. Dime dónde los quinceañeros
dejaron el rastro
de un amor, de una esperanza imberbe,
toda esa mezcla de las altas voces
de madrugada
y de aspiraciones a conquistar pelos
lacios y rubios de verbenas.
Son la ventana donde hoy me postro
en esta tarde cercana al estío,
negras como tú cuando las estanterías
estaban vacías y despertabas de tu sueño.
Eras firme ante los cambiantes vientos
del inicio de un verano, de promesas
rotas como la canción primera
que compuse, estabas en el cuarto
de invitados y eras un extraño
y nosotros unos niños.
Sabes que el recuerdo campa a sus anchas
y de repente ofende con la luz
de otra manera a como lució
en esos patios de provincias con balones
y siestas que a partes iguales
nos enseñaron dónde las razas empiezan
y terminan. Dejaste unos versos
que son hoy presente en nuestro
olvido, y llamadas puntuales
que escalofrían los peldaños
de la escalera que seguimos escalando.
Y luego las terrazas, las risotadas
postreras, la tristeza
cuando la alegría nos traslada
a tus pelos indomables y tu estante
reservado por si vuelves.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Escupiendo Editoriales (V)

Los puentes de diseño no llevan a ninguna parte,
lo sabes pero no lo dices
porque prefieres el vocablo inglés
que hace elegante la queja, pero te creo
hoy entre botellas de cerveza
y zarzaparrilla.
No quitas ojo al viejo de la mesa del fondo
bajo la foto de la ciudad incendiada,
es lo blanco, dices, de las cimas del tiempo,
y nos reímos.
A veces, es cierto, te pones serio
y no quieres saber nada de lo nuestro
que no somos nosotros. El viejo con
su blues, al final lo anglosajón
en tu mirada sigue intacto, hace ovillos
al son del tintineo de los vasos,
supongo que los vasos vacíos son mares
esperando un tsunami, y así
te lo digo secretamente al oído. Te ríes
y te recuestas sobre la mesa
marmórea y manchas las coderas con tiempos
de universidad y juegos de cartas.
Los puentes de diseño no llevan a ninguna parte,
ni tan siquiera a este bar de las afueras
donde se emborracha lo que pasa y se aleja,
y nos llama por el nombre.

Escupiendo editoriales (IV)

No quieres saber nada de la gente cuando
te pones de esa manera tan rara. Los canarios
en sus jaulas acaban cantando himnos
que te sabes de memoria. Evitas el cine
en blanco y negro porque tienes suficiente,
supongo que en eso consiste
un paseo por la ciudad y el olor a orillas
esperando las olas que con espuma decoran
tus pasos. Y si hablamos del encuentro
con desgana me corriges, y pides un pan
de media cocción y te acurrucas
en las tiendas que van liquidando con parsimonia,
sus dominios

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Escupiendo editoriales (III)

Estás sentado en la parada del autobús,
llevas esperando media hora larga,
hace frío y te congelas,
el bocadillo de aire fresco sigue envuelto,
miras la gente pasar, y tú sentado
contando palomas empapadas
por la lluvia, pues jarrea y te estás helando.
Te fijas en los horarios mientras asumes
con desgana y mala leche
otro retraso que nunca avisa a tiempo,
paradas desiertas para idealistas,
como tú,
que sigues creyendo que el autobús
número cinco para aquí.

Escupiendo editoriales (II)

Se amontonan los papeles en la mesa
como las basílicas se apelotonan en las plazas
italianas. En ellos se emborronan
dobles intenciones de un tiempo que es el nuestro.
Siempre, te dices, encuentras mis mismos
versos en garajes de hombres ricos,
en los downtowns de las ciudades de paso.
Te diría que las tiendas están abriendo
pero es domingo, es pronto aún y el olor
a churros me tienta a sus antojos.
Algo de sentencia hay en el sol de la mañana
mezclado con los aceites ardiendo
que apuran las aceras mientras los coches
pasan perezosos.
La mañana no está hecha para soñar con la noche,
como nosotros estamos hechos
para esperar con desapego lo siguiente.

martes, 20 de septiembre de 2011

Escupiendo editoriales (I)

Los cielos ya no responden como antes,
cuando estábamos tumbados en las praderas
como si nada importase salvo el sueño
entre las nubes y las figuras imaginarias.
Ahora, sin embargo, nos gritan e insultan
y nosotros también somos mayores.
Antes perseguíamos las faldas
de lo que se ha ido con la esperanza
de algún premio ajeno a nuestros deseos.
Con las nuevas nieves y los fríos del norte
los feriantes nos miran con aprecio
fingido mientras venden distraídos sus quesos,
embutidos y semillas milagrosas
contra el pasajero del vagón número trece.
Sabes que los cambios traen estáticos
momentos de templanza, lo sabes por la dicha
que estos campos entregaron
a los embriones de edificios que todo
lo conquistan ahora.
Te veo entre la niebla de unas costumbres
de padres y madres, fuegos en veranos
calurosos que aspiran
al invierno.

domingo, 18 de septiembre de 2011

¿No te pasa a ti que hay noches

en las que no puedes dormir y necesitas

un cigarro, o una vela que recuerde

el día, o simplemente necesitas

tu sitio en la salita hasta que el sueño

llegue?

¿No te pasa a ti que de repente

el verano se transforma en invierno

ante tus ojos, y el frío conoce

tus delicados huesos mientras entona

alguna melodía que viene

de alguna feria del norte, donde

tuviste un amor, o un amigo

o una historia simplemente?

¿No te pasa a ti que sin quererlo,

los nombres de una vida desfilan

ante tus ojos, y te vuelves un niño,

o un adolescente, o incluso

te atreves a dejar a un lado

lo que has sido hasta ahora?

¿No te pasa a ti de todo nada,

siempre buscando las mismas

respuestas sin preguntas?

Miras de reojo el perro en la terraza,

como quien busca la última cerveza

en la nevera

el día va pasando y nosotros

seguimos su estela.

De repente un ladrido, sirenas

en la noche, cambios

que presagian lo de siempre.

Autodefensa

Sientes sobre el texto la hermosura de la dicha,
en cuatro renglones inconclusos hoy me pierdo
en busca de un regazo, de algo tierno que
llevarme a la boca, un bizcocho o quizá
una galleta cubierta de chocolate y crema
de naranja.
Mientras el deseo aflora, el perro que se lame,
el árbol contra el viento, las horas
que se asoman a la ventana de mi cuarto
como si no pasara nada.
Un ascensor que hace ruido y sube acompañado,
pues todos en nuestra senda
marcada
creemos que lo que cambia no tiene que ver
con nosotros. Al fondo duermevelas
y televisiones que suenan a lo lejos, es domingo
en mi ciudad y sueño con descampados.
Vuelvo la página del revés y encuentro un eco
con cariños ya marchados.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Procesión.

Hoy la procesión avanza despacio,
es el tiempo cambiante y las gotas de lluvia
que van adoquinando la calle Mayor
al ritmo de los tambores y el color.
En las aceras hay personas que observan
cómo la calle se va llenando
de olor a fiesta y medievales tintes
de jolgorio.
La dicha de algunas ventanas y balcones
me hacen percibir que la vida es como era,
con sus luces y sombras y el arte
escénico de los fracasos y las victorias.
Cuando los disfrazados devotos vuelvan a sus casas
tú y yo volveremos al silencio,
al pequeño descansillo iluminado con un cartel
que anuncia Coca-Cola.
Pedirás una cerveza helada, contarás algún chiste
mientras yo miro de reojo
cómo asfaltan los callejones del aprecio
que un día entregamos
a su suerte, y siempre están de vuelta.

Horizonte ceniza

La certeza de lo perdido es más intensa que la incertidumbre de lo que se posee, y eso hace que nuestros pasos caminen hacia adelante.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Se trata de rendirse en la victoria

Como dos corderos degollados intentaron los poemas,
intentaron la rima y la prosa para
poder comprender el mundo, la vida de otros
que no era la suya. Se desangraban entre hojas
escritas y litros de cerveza.
Se dedicaban textos como malditos escritores
que pasaron a la Historia. Se sabían hombres
y mujeres, pero eran niños con los años
vencidos. Apenas el aliento era sostenible
entre esos ojos esbeltos y esos cuerpos
luminosos. Se decían así mismos artistas
adolescentes mientras buscaban la oscuridad
de los bares y primeros auxilios.
Intentaron los poemas como el que espera
el tumor definitivo, creciendo decididos
a no dejar en el camino
lo que queda.

Horizonte ceniza

Los días de fiesta son eso, guateques sin música, sin aperitivos, sin invitados.

miércoles, 14 de septiembre de 2011

Canción

Deja lo de hoy para mañana, amor mío,
acompaña los caballos a pasear en la pradera,
que el doctor, el cura, el escritor furtivo
se encuentran a media hora en la carretera.
Por la noche enciende las candelas en lo oscuro,
huele con delicadeza la cena de ganso y pan,
alimenta a los perros cazadores de tormentas,
la lectura de la sobremesa ha de esperar.
Morirás en mil novecientos diez,
regalando las tierras de verso y fiesta,
de cristianos empobrecidos por la sencillez,
del orgullo, del genio, del escritor profeta.

Tolstoi muere en una estación de tren,
donde acaban por derivar mis versos,
Tolstoi muere en una estación de tren,
hay héroes en los tiempos como esos…

Cuida de tus hijos e hijas del ejército vital,
ahora que la gran novela está acabada,
ignora con desprecio a Sofía, qué más da,
cenizas quedaran de toda esa historia familiar.
Encierra las armas, las cartas, las borracheras,
en un cuarto oscuro, prepárate la miel,
transcribe con tus hijas lo que quieras esconder,
la historia te permitirá nuevas veredas.

Tolstoi muere en un estación de tren,
donde acaban por derivar mis versos,
Tolstoi muere en una estación de tren,
hay héroes en los tiempos como esos…

Idealismo

Abre la nevera y tráeme una cerveza
fría.
Prepara algo para picar
y vuélvete a la cama,
mira por la ventana
y dime cómo es posible creerse
todo lo que el tiempo dicen que hace
ajeno a nuestra causa que no cesa.

Horizonte ceniza

Se debe entender que crecer es simplemente otra manera de estar sólo.

martes, 13 de septiembre de 2011

Los coches eran blancos y ruidosas las mareas,
suele ocurrir cuando la noche cae a plomo
sobre cabezas que vuelan sin cielo ni aire.
Recuerdo como si fuera una fotografía raída
las horas vespertinas que nos regalaba una flor
que florecía esperando a que se secara la tierra.
Entonces eras joven y todo se desvanecía
ante los ojos del extraño, pero estábamos ahí
parados, despistados por las sirenas y su silencio
que nos llevó a recitar a las manzanas.
Si miras de reojo puedes tocar incluso el agujero
del edificio en ruinas que resultó
de aquello. Pero los coches eran blancos
y las carreteras estaban desiertas, y no había
poema capaz de contener el aliento
ante tanto motor oxidado.
La mecánica del tiempo es aceite y ruido,
dos formas de dejar atrás la dicha
que alguien regaló mientras la huida.

Horizonte ceniza

No hace falta ser matemático para saber que los días están contados.

Conviene recostarse...

Conviene recostarse en aposentos incómodos
como el que desgrana la cuenta de los días pares,
centrarse en los amores que vive uno en la penumbra,
entender los adioses igual que se entiende lo perdido,
algo de música en un bar de copas es ayuda
para los nacidos para perder,
como aquél que conociste en un barco de papel
sin agua, ni puerto, ni resaca marina.
Conviene pero cuesta entender que un poema
es sólo un poema, igual que la sugerencia del crítico
te lleva por calles frecuentadas de silencio.
Conviene recostarse y mecerse entre las muecas
de presentes pasados y futuros que quién sabe.

Fragmento de la novela "Los amigos en los bandos enemigos"

Mateo intentaba seguir la estela de la conversación mientras su madre únicamente se dedicaba a que todo estuviera preparado y dispuesto. Sin embargo él buscaba las claves del encuentro sin éxito. Su exploración no dejaba cabos sueltos; se fijaba en la expresión de los ojos de Arturo, en sus manos pecosas y ajadas, con los nudillos delicados, no dejaba de prestar atención a la manera en que depositaba la copa cada vez que sorbía el poco vino que al parecer su médico le permitía beber, intentaba encontrar respuestas a las preguntas que el movimiento síncrono de sus piernas transmitía a las patas de la mesa. Intuía con cada detalle observado que ese hombre debió de soñar muchas pesadillas y de despertar muchos sueños. Años después de aquella reunión tan a destiempo, Arturo le diría a Mateo que si se viven los sueños estando uno despierto, sólo las pesadillas caben cuando los hombres duermen. Pero eso sería mucho más tarde, cuando la soledad era el primer guión de una serie de éxito y Mateo el protagonista.
Esa noche, algo debió de encenderse en sus entrañas, sobre todo cuando la conversación había ya sobrepasado la intensidad de la nostalgia y se adentraba en los reproches.

Fragmento de la novela "Los amigos en los bandos enemigos"

Más de una vez, Mateo le contaba a Nian qué pasó después de aquello, en las horas siguientes a la despedida de Arturo, tras la cena y las buenas noches cordiales que las familias de clase media madrileñas se dan sin el menor atisbo de prudencia. Le contaba que apagó el ordenador y se masturbó ciegamente con la cena aún en el gaznate, con un hipo entrecortado y leves ardores de estómago. Pero la anécdota no era la lujuria solitaria, sino la manera que tuvo de alcanzar el orgasmo. Se masturbó imaginando unos jóvenes que luchaban por algo que no sabían que era, y que utilizaban los medios necesarios que tampoco sabían en qué consistían. Sin embargo, la excitación se iba haciendo patente cuando la imaginación le llevaba a la búsqueda de esos jóvenes, a su compromiso por la causa, a los entretenidos juegos sexuales que se tienen cuando se sueña con algo que sabes que no serás capaz de alcanzar, pero que igualmente necesitas luchar por ello. Fue la primera vez que apartó de sus actividades onanistas las medias y los encajes, los cuerpos desnudos ofrecidos para el deseo y los labios húmedos dispuestos a succionar todo lo que la mente pone a disposición en esos momentos íntimos.


A Nian, según iban pasando los años, le describiría ese momento con más destreza y claridad, y ella poquito a poco iba imaginando lo importante que era sentir el compromiso, no ya sólo en la mente, en los actos, sino también en su clítoris, en sus pezones rosados y en sus zonas sensibles a Mateo.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Horizonte ceniza.

Troya.

A veces no resulta fácil la alegría.

Horizonte ceniza

Puedes desear que amanezca, pero jamás te pertenecerán las horas primeras del día. Puede que no quieras que la noche llegue, pero en tus bolsillos descansarán las últimas horas de la jornada. Sólo nos pertenece lo postrero, los inicios no son de nadie.

Declaración de principios.

Cuando ves pasar los coches en la noche
y en vez de focos intuyes la luz centelleante,
te dejas caer en los destinos preferidos
de los Ford, los Cadillacs, los Opel,
si dejan atrás ciudades tú crees que son perfumes,
en eso consiste quizá el discurso.
A duras penas hoy se encuentran las palabras
en el oleaje que deja a solas el viento con
tu escarcha, declaras principios
ante la multitud de las entrañas, vislumbras
lo pobre y lo divino a partes iguales
en el maletero repleto de pasajeros deseos
juveniles. No se ha de rechazar
de primeras el cartón de la correspondencia
que salta de un buzón a otro, de una calle
a otra, también de un corazón a la entrepierna.
Existen muros que ocultan los pasillos,
los pasadizos secretos hacia los maduros secretos
del poema, y una lucha encarnizada
por las respuestas escondidas en los nombres
de la vida.
Aciertas con puntería principiante, al son
del que hiere de muerte su paseo
por la nada de los rostros parecidos
y los principios heredados.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Siempre uno vuelve

a su carretera secundaria,

igual que el viajero

regresa de la ausencia,

de la misma manera

que se espera la tormenta.

Siempre uno vuelve

sin rencillas ni sabores

novedosos,

sobre unas huellas de manzana

ya madura,

el rastro dejado atrás

de los deberes.

Siempre uno vuelve

a su carretera secundaria,

viajando en vagones de tercera,

tras la ventana el ruido

quedo del regreso.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Autorretrato

A Denver y June, por todos estos años.

Soy de los que mecen cunas vacías,

en una historia que quiso ser de otra manera,

con volteretas entre rosas y pétalos

y la infancia parecida a la luz de la mañana.

Hoy me ves perdido y sin descansos,

azuzando lo que una vez fue ocurriendo

y se quedó en lo que es ahora, en este hoy

que planta razones y recoge búsquedas estériles.

Es un manera de estar ausente, de rebelión

y de envidias por las vidas de los otros,

donde las luces primitivas asoman por

los poros de unos amantes que viven, de unos hijos

que son descendientes de la sangre,

hoy es una manera como otra cualquiera

de ver pasar el tiempo.

Soy de los que muere sin afectos ni homilías,

rodeado de bancos con ecos e incienso

esperando lo que se sabe de sobra que no tuvo

su espacio.

Es temprana la manera en que uno nace sin asideros

donde se apuntalan los amores del mañana.

Soy de los que merecen la soledad de las postrimerías,

y de la juventud sólo recibir la nada de la siembra,

esto es, indiferencia y márgenes en blanco.

Soy un fraude entre la ausencia y el decoro,

aspirante a revelación y el fracaso

que contemplan los amigos.

viernes, 9 de septiembre de 2011

El horizonte ceniza es el perchero de la espiga
en los campos de los hombres dormidos,
es la carretera casi siempre secundaria
de los ancestros, lo curioso del olfato canino
en mi regazo, los puestos medievales
en novelas bizantinas, y todo eso que lo nuevo
arrasa como si la cosa no fuera con ellos.

El horizonte es el poema fuera de los círculos literarios,
es la rima denostada por outsider,
es el que escribe sin arrugas en la cara ni en las manos,
como resulta sencillo quemar un cigarrillo
los ceniceros evitan la simpleza en el límite como es
el horizonte ceniza.

Sabes que dejar los caballos sin sus cuadras es canalla
como lo es el texto que desvía el camino para encontrar
el suyo, igual que lees vives, igual que lloras pasas las páginas,
lo mismo que te rindes recitas versos de unos ojos
que recorren Oxford Street en pleno centro de la tierra.
Es el avión repostando, las colas de terminales silenciosas,
es todo lo que requiere curiosidad y templanza ante textos
eternos que uno escribe en el retrete.
El horizonte ceniza es la estética discordante, el margen
de las páginas en blanco, las bolsitas de té que echan de menos
es el perfume de las tiendas cerradas,
los armarios sin puertas ni alcanfor que desean la humedad
de los cuartos cerrados, como Superman en un funeral
alienígena es el horizonte ceniza.

El horizonte ceniza es el canutillo de la encuadernación
de nuestra historia, es la calle desierta sin arena,
también un despacho atisbado de vacías cuentas pendientes,
es el autobús que marca las horas y el reloj que se aleja
por la autopista, el revés de un tenista al que todo le va bien,
es el deporte de la muerte compitiendo por la vida.

El horizonte es la ingenua marginalidad del poderoso,
el contraste de la dicha en la memoria cuando
comparas el hecho con lo perdido.
Es lo cercano a lo lejos, los rizos juveniles en épocas
de cambio, la peluquería de los campos y el champú
del suicida, es la vaselina de los anos a la intemperie
y el deseo que contemplan tras tu paso.
El horizonte ceniza es la excusa, la réplica, la biblioteca
de barrio, es Tom waits y el centro de la ciudad,
sabes que en los altas vergüenzas del piropo quizá
lo encuentres, como se encuentran las uñas cortadas
en lavabos sucios de casa bonitas.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Tuve un hijo...

Tuve un hijo que era un horizonte ceniza, se preocupaba por la esencia de las cosas, husmeaba sin desaliento hasta encontrar las respuestas, de vez en cuando flaqueaba y quería hacerse un hombre, crecer y afrontar con independencia su destino, intentaba hacerse un hueco en los lugares más insólitos, en las orillas, en los picos de las montañas y un buen día incluso llegó a tocar los lindes del cielo. Entonces se reconoció justo donde el cielo y el mar comulgan, y se sintió de repente un extraño, un invasor de un territorio que no le pertenecía, un horizonte que aún estaba buscando sus cenizas.

Not dark yet

El cenicero a la intemperie, el humo en el olfato, los coches que pasan, el sol que se entrecorta, la luz que ya declina, no está oscuro aún, horizonte ceniza.
El horizonte ceniza juega a las cartas en los bares,
es la corteza milenaria del árbol que estuvo ahí siempre,
disfruta de las baldosas anegadas del paseo,
es de repente la calma, la luz, los atisbos de libertad,
el horizonte del cielo está celoso de su grandeza,
es la penuria a manos de la meta.

El horizonte ceniza es demasiadas cosas que no caben
en la mochila, es la galleta desmigada en almohadones,
se arrodilla en las capillas renacentistas sin creer en Dios,
es lo que uno deja en la basura y otro recoge sin escrúpulos,
todo lo que conlleva la rabia y la dicha es, también
los móviles apagados en consultas clínicas, los pies
cansados subiendo la cuesta postrera de la infancia.

El horizonte ceniza es el color de la azucena, las flores
del mal de aquél francés y los bits y bytes de los tiempos que corren.
Es Benjamín Prado, los manuales para hacer poemas
y la élite de la cultura continental que cerca su fortaleza,
todo aquello que las postales de navidad no cuentan
son los horizontes ceniza.

Y más…

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Planes

Tienes el plan de la distancia
dispuesto en el cesto de verduras
que compras diariamente en el mercado.
Intentas que no te lo vean
mientras sacas el monedero y das algo de cambio
para ir quitándote peso del bolsillo.
Te enfrentas a la dicha del plan
al saludar a los pescaderos gritones
y a la chica tatuada del puesto de legumbres,
y la lentitud se vuelve lejanía,
llegar se convierte en el esfuerzo extremo
de un amante que aspira
a dejar en la estacada las cuentas pendientes
del deseo. Tu plan es sal en tequilas de la vida
con la que ir sanando heridas
que los dependientes te venden con desprecio.

Creciente ardor guerrero.

Me susurraste que era un buscador de vocablos perdidos
que perdieron su significado. Los encontré, dices, vacíos
y desorientados, muertos de hambre al borde del barranco.
Penoso peregrinar por los surcos de una piel que palidece
por las sendas sin dar con los fugitivos sentidos del mundo.
Tenías puestas muchas esperanzas en la sonrisa del inerte
cielo serio, que acoge adjetivos igual que un hospicio
es refugio contra la tormenta para niños sin familia.
Tenías la costumbre del cosquilleo en la oreja y la carcajada
pobre que se alimenta de vodka y ruido.
Ahora me aconsejas una retirada a tiempo en estos
destiempos en los que vive un tigre, una camelia, un recuerdo.
Me susurraste que era lo más parecido a la selva,
humedad por fuera, misterio por dentro, un bollo
envenenado con aceites de segunda mano, como un coche
que dejó de pasar la ITV mirando las vías
del tren de las afueras.

martes, 6 de septiembre de 2011

Los horizontes cenizas son las peloteras de los mudos,
los movimientos inertes del lisiado en su letrina,
los refugios de montaña lleno de pedos y olores de muchos lugares,
es el pequeño cachorro que busca su sitio en la cocina,
y son los programas de la radio retransmitiendo eventos deportivos.

El horizonte ceniza no se quema como quizá imagines,
se encuentra en las florecientes rosas de los huertos,
en las huellas de la vida que el policía analiza para hacer daño,
es Dylan consumiendo su bolsa de los días,
sobrecitos de azúcar para cafés en tierras extrañas.
El horizonte ceniza no entiende de inviernos ni veranos,
es el otoño besando la primavera, el ocaso del disparate
que aparece de vez en cuando por la televisión.

El horizonte ceniza es la burguesía en sus salones,
es la puesta de largo de una chica en sus dieciocho,
el último suspiro de mascotas que se creían inmortales,
el horizonte ceniza se esconde en Guerra y Paz,
Sofía Tolstoi tiene algo de ello, lo tiene también un padre,
un hermano y una madrastra, está en los premios
del periódico, en los cursos de inglés que te llevan muy lejos.

El horizonte ceniza son cantares sin cuerdas vocales,
esfuérzate en verlo sentado a tu lado en el banco del parque,
está a la espera del dichoso atardecer
que tan bien pintaron esos jóvenes artistas adolescentes.

Prueba

El horizonte ceniza es una china que se ríe en un funeral,
es el móvil que agota la batería en silencio,
lo son los asesinos en serie que buscan respuestas,
es el lapicero que se apiada de las gomas de borrar,
el encuentro del padre con los hijos que crecen,
es el hilo telefónico que baja la tarifa.

El horizonte ceniza es el vuelva usted mañana a ningún lado,
es la historia que se quedó en la literatura,
también lo que uno recuerda cuando quiere el olvido,
es la tiniebla de un mar en calma,
como supondrás es la licencia de obras de los sin techo
y por supuesto la sangre contaminada del enfermo
que nunca muere.
Los horizontes ceniza son los trenes de la noche de Goytisolo,
la vida de Sanchez Rosillo en las paredes de un cuarto adolescente,
la palabra que busca su hueco en los cubos de basura,
si te fijas es el tenedor en el lavavajillas dispuesto a la purga,
lo cotidiano del amante y lo extraordinario del solitario ardor
guerrero del necesitado.

Los horizontes son todo esto, y mucho más, y serán mesas vacías,
orlas del pasado en paredes del presente, blancos y negros, colores
sepias de pega, lutos en fiestas de Ibiza, claroscuros pictóricos
partiendo de la nada a mi recuerdo.

Sin título

Tú tenías el corazón y yo la sangre
él los dedos y ella las manos ensuciadas de tierra
firme. Ellos consolaban al muerto y despedían
al vivo, de repente todo estaba vuelta abajo.
No sabían que llegaría el orden, las instantáneas
con sentido, las veletas mirando al norte,
no sabían todo aquello que reina en lo alto
de las obras maestras que representan
tus continuos horizontes
ceniza.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Estupidez

Nunca descartar una letra resultó tan definitivo. Supo llevar la vida con humor hasta que cogió manía a la grafía sin fonema, y se encontró con el tumor.

Mercenario

Se desnuda en la orilla de la playa
y no piensa en la enfermedad de las olas
ni en las catástrofes de las ausencias,
con simpleza ronronea, acaricia la arena,
recuerda versos que encontró
en el mercado. La playa hoy está casi
vacía, se han ido a sus casas
los veraneantes, se puede el viento
oír mezclándose con ninfas elegantes
del océano, se acortan los días de los otros.
Se crece de pasada, piensa solitario,
se crece de pasada por si alguien se da cuenta
de que te has vendido a las palabras.

viernes, 2 de septiembre de 2011

Triste canción de cuna con retraso

No te darás demasiada cuenta cuando pase,
entre las mesas y despachos vacios se irá acomodando
tu extrañeza, se hará un hueco y descansará
hasta que las puertas nuevamente se abran,
entrarán por todos los flancos de tu vista
becarios recordando a Jaime Gil de Biedma,
con la vida por delante en cada paso mientras
la nuestra se debe a lo vivido, y la dejaremos
en cualquier vereda alquitranada.
Te imagino incrédula buscando alguna explicación
al fenómeno, quizás oigamos ecos
de risas y llantos, de jóvenes que procreaban
creyendo en la mentira de la mezcla
de caricias y los cierres del año en positivo.
Me mirarás seguro a los ojos en busca
de la tinta que se perdió por curiosear
en las actas de reuniones y en reservas de viajes.
Te diré algo del vértigo y de la aspiración
de los aviones por viajar al centro de la tierra,
pero sabremos que no seremos aquellos del café
templado, nos sentiremos ajenos de envidia
husmeando erguidos y orgullosos la carne fresca
de los nuevos, hasta desear hincar
el diente en sus labios hidratados por la indiferencia
del tiempo, que por unos momentos
los evita.
Quisiera saber las razones de tu huida,
huyendo de florecientes aceras de musgo te hiciste rana,
dejabas lejanos paisajes a tu paso en las latas
oxidadas de comida y te denunciaba Sanidad por
peligro público contra la salud. Huyendo de nada
encontraste la ausencia de la gran ciudad, los cafés
cargados que dejaban sus marcas imborrables
en las tazas esmaltadas de domingos laborables.
Así era tu trazada, el avión y el humeante rastro
de la chistera, la paloma mensajera en los estantes
de tu estudio, los destartalados dulces
en esos escaparates que eran solo disparates.
Creyentes que ruegan agnósticos principios
por los que depositar su algo. Deberes suspendidos
por los mundiales de futbol y la siesta.

Huyendo se descubre el paraíso de la nada.

jueves, 1 de septiembre de 2011

Príncipes

Duermes príncipe con la placidez de imágenes
que van latiendo sin corazones de referencia
a tu distraída ausencia, por este rato.
Por unas horas olvidas el reino al que perteneces
para adentrarte en los planes futuros
que sueles planificar ante una copa de vino
tinto. Tus designios están en las palabras
que se van haciendo de rogar tras los pasos
de los trenes de mercancías.
Antes descansabas recordando tus rizos
con los dedos, caricias que andaban por casa
buscando las sábanas de ciertas noches de verano
que confundíamos con ingeniosos
guiños al futuro. Príncipe de Leopoldo Alas,
enséñame ese reino que no consiguió murallas,
dime que la arena permanece y que despiertas
siempre en el cansancio.