martes, 31 de mayo de 2011

Réplica a Benjamín Prado

Los fanáticos no suben al estrado

más bien callan,

las pasiones no delatan las huellas

si te alejas o te acercas, más bien

olvidan el rastro,

los divinos entre libros y disparates

fraseológicos

no incomodan el canto de los pájaros,

más bien encierran el silencio

en jaulas negras.

Todos aquellos que en la sombra palidecen

cuando las luces se apagan

y se iluminan los escaños de la vida

son sin ser apenas nada.

Los que cercan las ventanas dylanitas

a veces limpian los cristales, a menudo

contemplan tras ellas el paso de los coches,

casi nunca muestran sus intenciones,

jamás verás en ellos persianas bajadas,

olvídan el tráfico que no les

corresponde.

Se dejan los días del erotismo a un lado,

los de los fluidos que pringan las páginas

de los libros, los que evocan sin remedio

lirismos de vahos bajo las puertas

de los escalofríos. Algo salvaje que no cuentan

los versos, sólo las ventanas iluminadas

en las alturas recuerdan el clásico teórico

en su caverna, sus pajas ante teorías

que traspasan los tiempos conocidos.

La verosimilitud se hace hueco entre sábanas

de colores rancios de extrarradio.

La chica de las trenzas, la del caramelo en la boca

la de los labios carnosos que claman

mi nombre.

lunes, 30 de mayo de 2011

Los pasados se escriben en pretéritos,

no hay miedo creo a las conjugaciones

tan atrevidas, en el límite legal

de la ortografía, amparados por la morfología

imperante, con la dignidad

y respeto de un sociedad que huye

de los sueños que secan al sol

de un verano que dejó su rastro.

Dylan me enseñó a reconocer el calor

cuando eran las neveras las estrellas

de un mercado en auge,

en esos días de dinero y futuro

de enriquecidas familias lejanas

desorientadas por los vientos de cambio

que no reconocieron entre

las estrictas normas gramaticales

de las afueras.

jueves, 26 de mayo de 2011

Horizonte Ceniza

Cuando no hay despojos que lanzar a la hoguera

aparece radiante nuestro horizonte ceniza.

martes, 24 de mayo de 2011

Dylan. 70

Todo empieza en un cine, en un apagón de luces, cuando huelen las palomitas y tienes poco menos de dieciséis años, y las primeras escenas suenan distorsionadas y trascendentes, con la mala leche de la adolescencia y el escalofrío en las pupilas, y todo lo que empieza en ese cine ya no para, la sensación de estar fuera de este mundo que no es el tuyo, la ventana que se abre para dejarte ver un paisaje que no imaginas, el escalofrío de la butaca y la imposible explicación que buscas para lo que te está pasando. Todo empieza en un cine, y continua en un autobús de línea camino de Liverpool, con el viento idiota en el asiento junto a la ventanilla y los sueños, la letanía del idealismo que se perfila como único salvavidas, la lluvia de las islas, los trasbordadores engullendo coches, la duermevela que dura horas, y el viento idiota de entonces hoy aún suena, desprende tendales de esperanzas y revolotea entre los orfanatos y la vida, la vida que continuaría en ciudades de provincia, en paseos nocturnos con las orejas saturadas de huracanes y redes que envuelven tristezas y alegrías, tiempo que estás de mi lado también contaba, los desordenes de la víscera y la certeza de que algo está pasando, hoy empieza igualmente, no te extrañe que la rueda no se pare, no te extrañe que las imágenes me hagan subir al ring y busque pelea, dejaría bien claro que la contienda parte del aullido y de la dignidad, ¿has visto la dignidad?, dime, ¿la has visto?, como los tambores de los poblados que nacen con el blues en el regazo, los años que van pasando y la emoción de la misericordia que no flaquea. Sin pararse el río se detiene, te deja a solas con el abismo, tú sabes que no es tarde pero sí que se está haciendo, y que realmente puedes volver atrás pero no conseguirás recorrer de vuelta todo el camino, y vuelve la película de ese cine, y el escalofrío, pero han pasado veinte años, un suspiro de límites y vértigos, de chicas del país del norte y ella fue una vez un verdadero amor mío, salas de reuniones también se vaciarán al paso del acorde, la entrega de diplomas a la que no asisto, la vista a los inframundos de la infancia que no evito, los Mississippi y los padres que parten, los hermanos y el primer y único amor que te recuerdan que todo empezó en un cine, Historias de Nueva York se llamaba la película, un cuadro garabateado sobre la pared, los coches pasando por la avenida, el pintor extasiado lanzando mechones de pintura, Like a rolling Stone transmitiendo las señas de identidad de un joven veinteañero llamado Dylan, el mundo y sus alrededores que me abrieron sus puertas para entender el enigma y hacerlo mío.

domingo, 22 de mayo de 2011

Déjame que te describa el vuelo en reactores

y bebidas. Las chicas que deseas

hablan inglés sin academias por delante,

pero qué importancia tiene la pereza

sintáctica cuando ante ti se muestran

nubes de verdad, verdaderas aguas

transformadas en estética inalcanzable.

También te acompañan inodoros traseros

casi siempre ocupados con la lucecita

roja insolente en muestras de urgencias

pasajeras, el bajo vientre de las casas

pequeñitas allá abajo que traiciona. Hay

perfumes, es verdad, catálogos con fotos,

precios, ensueños en hombres despiertos,

en niños despiertos, en mujeres despiertas,

en pilotos despiertos y en aves despiertas

que envidian la mecánica en pleno vuelo.

Déjame, por favor, que te describa

los finales del trayecto, los que cercan

sin permiso algo así como lo que tú eres,

déjame el despegue, el “landing”

el “tomando pista para despegar,

buen vuelo”, déjame el carrito con plásticos,

las manos dormidas apoyadas

en los brazos de las butacas, déjame

lo que se aleja, lo que queda atrás, todo

instante que recuerdo en tu mirada tan lejana,

déjame que embarque y te describa

en estas salas de espera acristaladas,

como pasan las horas.

viernes, 20 de mayo de 2011

Los futuros del comienzo (XI)

Grenoble que no sueña.


Me contabas en el invierno sobre

el sonido que no dura de las teclas del portátil

donde escribías tus versos. Para ti

era una cómoda manera de viajar y recrearte

en días de lluvia que no viviste, también

iniciáticos discursos lograban su hueco

entre vocales y consonantes. Los sueños, decías,

los sueños del olvido que se acaba,

los lentos tranvías también estaban en ellos,

fuerzas de costumbres sin muros que derribar.

Me contabas desde luego el desencanto

que simplemente te contaron los libros

de tus estantes , hoy vacíos, ¿dónde de todo eso

que soñaste la cuna de todo se encuentra?

Es cierto que me contabas muchas anécdotas

disparatadas, podían arrimarse a las orillas de los ríos

o perecer en tierras olvidadas sin hilo

telefónico. O algún apagón de luz en la ciudad,

o los botones del mayordomo plateados,

también los vuelos rasantes allá a lo lejos

o las ganas de ganarte a casi nada.