viernes, 22 de marzo de 2013

Carromatos y rascacielos (I). Condenada a una esbelta silueta



Hay un hule que traspira llovizna,
tus uñitas son ya uñas buscando
carne fresca donde dejar huella
suficiente para el caminante
que te crees que eres en la neblina
de esta noche. Buscando serena
una senda, quizás un velero
te lleve al trazado de tus pasos
en tierra extraña. Miras de reojo
tu barriga que le duelen gases
que la noche pasada hizo suyos
y que ahora se avergüenza de la luz
que a su manera te invita al polvo
del camino. Te tocas la frente
acurrucada a cal y canto
en esa falda joven en piernas
que aspiran a semen derramado.
Y de vuelta a las andadas dices
lo de siempre, ojalá ser adulto
no sé qué, qué pena de mañana
a solas no sé cuántos, te duele
un bastante el día que contemplas
cuando tu padre grita asustado
que llegó la feria a la ciudad.