jueves, 6 de noviembre de 2008

Aart y Ellen (I)

Se encontraban en el hospital como dos vagabundos perdidos. Los pasillos kilométricos plagados de enfermeras y médicos inexpresivos se intuían como un final del camino. Se miraban de reojo, sintiendo en sus cogotes la ira del punto de llegada. Porque efectivamente se encontraban a punto de rebasar la meta. Ellen marcaba con su mirada los relojes de las paredes como si fueran teléfonos. Aart intentaba buscar la recepción asumiendo el fracaso de su intento cuando por fin un médico les agarró de los hombros, con la certeza del que sabe que manda en su territorio, Ellen no pudo reprimir el llanto. Aart nunca tuvo una palabra amable para los desconocidos, pero en ese momento, le dio las gracias al doctor sin apenas mirarle a los ojos. Todo estaba correcto, su hijo viviría mirando a la vida con unos ojos que apenas dejarían destellos del pasado. Ellen y Aart entrelazaron sus gestos y
supieron que Denver haría todo lo posible por alcanzar la dicha entre las oscuras sombras que alguien dibujó en los muros de todos nosotros. Era una incubadora y la soledad de unos padres perdidos en los pasillos de un maldito ambulatorio de provincias.

No hay comentarios:

Publicar un comentario