jueves, 19 de febrero de 2009

Denver (IX)

Debían de ser poco más de las cinco de la tarde. Estaba ojeando despreocupado escritos de juventud y cartas de otros tiempos. Se preguntaba si esa caligrafía temblorosa y apenas inteligible alguna vez había nacido de entre sus manos. Pensaba qué hacer con todo ese material caduco, con esa memoria que no le parecía haber vivido. A veces Denver necesitaba mirar atrás para darse cuenta de que todo abismo que uno supera al final acaba apareciendo de nuevo. Debían de ser poco más de las cinco de la tarde cuando Denver apuró su cubalibre pensado en todas las paredes que contemplaron cada verso que ahora no entendía. Suele ocurrir que cuando se recita la vida, pensaba, no hay un sólo espectador dispuesto a ocupar los primeros asientos del anfiteatro.

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