jueves, 19 de enero de 2012

Becario en la oficina. Retrato.

"Cuando contemplo tu cuerpo extendido
como un río que nunca acaba de pasar,
como un claro espejo donde cantan las aves,
donde es un gozo sentir el día cómo amanece"
Vicente Aleixandre

Se descubre la friolera época que avistas en unos brazos
masculinos que lo pueden todo (húmedos
sudores a hojalata su olor embriaga) . Dime tú
si una caricia que recorra tus dependencias privadas
no es suficiente quimera para tus conquistas.
Los helechos de un jardín de infancia guían los deseos
de los hombres buenos, palmas juveniles
en manos de pervertidos adoradores de bellezas,
como puede ser un becario que se ofrece por bajo sueldo
ante mis ojos horrorizados por el desafío
de la carne. Regadíos de perezas que saltan de sus camas
alterados por un brillo de ceniza, por aires
comprimidos que abastecen poblados arrasados
por algo parecido al momento después de un orgasmo
horizontal del horizonte (hay líneas en el cielo
aspirantes a un puesto de honor en cada verso).
Los sueldos de la interina afición del hombre se extinguen
como se reproducen desalmadamente
las idas y venidas de la camiseta ajustada, y esas marcas
de juventud que la realzan, dados sin casinos,
los gestos que la imaginación regala a los extraños.

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