jueves, 18 de septiembre de 2008

June (IV)

Se divertía en un banco sentada, tranquila mientras las gaviotas conquistaban por unos instantes los adoquines de la plaza. Si el sol brillaba con fuerza, fruncía los ojos y se remangaba con la timidez suficiente como para no llamar la atención. Siempre se preguntaba las mismas preguntas, los mismos enigmas, las mismas esperas sin respuestas. Daba vueltas a las razones de la marcha que emprendió muchos años atrás, cuando los polígonos industriales eran postales del futuro y los extrarradios meras metáforas polvorientas. Pero no buscaba respuestas, no se consideraba una expedicionaria de altos vuelos. Únicamente veía pasar las prisas del ejecutivo, el ritmo arrebatador de los jóvenes que no contemplan las fachadas ni la belleza de las calles y se divertía con la lejanía de todos esos acontecimientos. Sabía que esperar en un banco es como pinchar el globo de un niño cuando aquél ha perdido el aire mínimo para mantener su vuelo. Porque para June los globos volaban, y las nubes marcaban el estado anímico de ejecutivos y jóvenes. Mantenía el banco caliente, siempre dispuesta a dar por sentado que la última palabra de la tarde marchita los recuerdos y los hace libres.

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