martes, 20 de noviembre de 2012

Carromatos y rascacielos



Gusta el tránsito por estas palabras amables,
esta educación del feriante,
con los faldones de pobres en piernas de ricos,
con las campiñas en los deseos
que cojean pero que no acceden a subvenciones.
Gusta de pasada una gitana
roncando en una hamaca que huele a aceite
y menores perdidos entre el gentío.
Luego dobla uno la manzana y se encuentra
con las atracciones cerradas, musgos
en muros que no separan nada.
Cruzas de los caminos el polvo y la piedra,
desgastas unas suelas que buscan las luces
entre los feriantes que deciden una tregua
de patos y cartones numerados.
Es dura la lluvia de los días secos, es suave
el algodón en heridas abiertas,
también es cerco tu huella en los polvos
del camino, de las callejuelas improvisadas
que te llevan a las tómbolas y a los castillos
del terror iluminados.
El tránsito de una infancia entre el gentío,
el que crece rodeado de absurdas pertenencias
que siempre son de otros.

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