jueves, 4 de octubre de 2012



Crecen los montes y los arroyos, como crece un niño o se hunde un barco, de la misma manera. En los colegios aprendemos de todo esto, de cómo se forman las montañas, de la manera en que los ríos descienden lentamente hacia el origen, todo eso que parece formar un mapamundi indescifrable. Resulta extraño, sin embargo, cuánta ceguera que no alcanza a ver que los montes no estarán aquí siempre, que los ríos se acabaran secando y modificando su recorrido. Cuánta ceguera en este mundo de ojos abiertos, de gafas graduadas a cien euros la lente. Tengo una muchacha que me espera al otro lado de la manzana, mientras la muerde con un erotismo manifiesto, los coches pasan y se van, los carteros sueñan a ser dioses y los días del pasado no existen salvo para salvar de este calvario ciego a los más idealistas del lugar.

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