miércoles, 21 de marzo de 2012

Tarde. La feria llega a la ciudad y abandona el barco

Sueñan las montañas y las nieves,
los cursos de los ríos y el picardías
de la vecina sueñan, el aire del cigarro
y el humo del cielo sueñan. Sueñan
los carromatos, sus ruedas de madera
y el color sepia del pasado, sueñan
de pasada a doscientos kilómetros
por hora los coches del descampado.
Las ideas felices sueñan, el ladrillo
rojizo de la perenne idea de irse lejos
sueña, el pupitre para zurdos sueña.
Sueña el descaro de la chica de taquilla
cuando enseña los senos, sueña
el despiste del que está solo y sigue
buscando. Sueña el enfado telefónico,
el pesebre de ha ce siglos sueña,
la dicha de una niña que duerme
entre abandonos como jabones
también sueña. Sueña el ruido,
sueña el sendero hacia la cima,
el musgo del jardín ante la lluvia
sueña. Sueña la quimera, el amor
a los dieciséis, el desamor a los
futuros cualquieras, sueña, el dicho
en el refranero sueña, el libro
cerrado. La gota de semen secándose
en las bragas sueña, Mika acorralada
entre las atracciones sueña. Sueña
incluso el sueño que creció, y sueña
también esta cerveza que hoy
decide que mañana es más bien tarde.

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