jueves, 5 de julio de 2012

Diario de un cubo de basura

Ha salido el segundo tomate. Aún verdes ya van intuyendo el verano que se adentra con todo su ser. No le gusta la palabra estío, y sin embargo a mí me encanta. La riqueza de un vocabulario es capaz de transformar la realidad hasta hacerla como se nos antoje.  Lo mismo va ocurriendo con estos chicos que ahora duermen una plácida siesta al son del lavaplatos. Hubo excursión en días pasados y ahora toca calma, disfrutar de estas horas tempranas a la tarde que evocan en ellos diversas pesadillas, o quizá sueños. La dueña del basurero  está de picos pardos y el camión de la basura no se atreve a pisar el barrio. Es placentera la tarde que poquito a poco se enciende un cigarro y contempla ensimismada las caras de estos niños que no lo son tanto. El ruso en su diccionario está intentado descubrir las claves de las palabras. La negrita bonita dibuja círculos en un cuaderno de vacaciones. Se saben libres del futuro, y miran al pasado, eso creo, con la ternura suficiente como para dejar claro que sus días no se venden.
En un rato partiremos hacia la ciudad, hacia los helados y el futbol. Y algo de todo esto quedará en nosotros para siempre. Creo que es la primera vez que Dylan me da pereza.

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