lunes, 2 de julio de 2012

Diario de un cubo de basura

La sala de urgencias de un hospital de madrugada es como un autobús vacío saliendo de cocheras. El sueño es un dolor innato que se manifiesta en la salita de espera, en el mostrador que registra los datos y se porta con dulzura. Son esos dolores de un ruso que sufre en su patria sin él saberlo, es él el que se ablanda y descubre que las lágrimas existen. No es un miedo razonable buscarse dolores donde solo hay inicios, en esos conductos aún vírgenes de vida y esperanza. Pero  escucha, todos los cuartos oyen, y al día siguiente, cuando todo ha pasado y en su sitio siguen los principales asunto, la negra nos dice que hemos ido al médico de madrugada, que volvió a salir líquido por la oreja reconstruida, que alguien se ha portado mal y que mañana será otro día. Pero sabes que vendrán otros días, que hay final europea y que la fiesta durará hasta altas horas de la noche. Y retienes el llanto hasta la próxima jornada, y perjuras que no volverá a pasar, y que Rusia es un país lejano y nuestro hogar una manzana.

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