lunes, 8 de noviembre de 2010

Reconstrucción(XVIII)

Se abre un libro con las manos temblorosas, esperando simplemente que lo que viene a continuación sea algo doloroso, muy lejano de las verborreas interminables que puede uno encontrar en cualquier rincón de los vagones de un metro o junto a enciclopedias decorativas.

Se abre un libro oliendo sus lienzos caligráficos, esnifando la tinta mientras uno se sirve una copa y enciende un cigarro en la soledad del estudio. Iniciático proceder de lectores que no buscan la aventura ni matar el tiempo, moribunda costumbre que siempre busca las respuestas imperecederas.

Se abre un libro junto al sexo oral, en busca de la víscera, de los tocamientos impuros, del escalofrío, del aburrimiento necesario, sin querer dar con la clave de lo que no se puede explicar, se abre un libro.

Se abre un libro con el único ánimo de encontrar lo verdadero, lo irreverente, lo que duele y quema, lo que hace desmoronar el pensamiento único, lo que aterra a las gentes decentes, lo que decentemente entierra lo que no hace falta. De buenas a primeras, jugándose uno la vida, se abre un libro.

Se abre un libro sabiendo que después de su lectura, uno no será capaz de volver todo el camino recorrido.

1 comentario:

  1. Se abre un libro deseando sumergirse por unas horas en existencias ajenas y olvidar así la gris mediocridad de la propia.

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