martes, 31 de mayo de 2011

Se dejan los días del erotismo a un lado,

los de los fluidos que pringan las páginas

de los libros, los que evocan sin remedio

lirismos de vahos bajo las puertas

de los escalofríos. Algo salvaje que no cuentan

los versos, sólo las ventanas iluminadas

en las alturas recuerdan el clásico teórico

en su caverna, sus pajas ante teorías

que traspasan los tiempos conocidos.

La verosimilitud se hace hueco entre sábanas

de colores rancios de extrarradio.

La chica de las trenzas, la del caramelo en la boca

la de los labios carnosos que claman

mi nombre.

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