viernes, 17 de junio de 2011

Tendrías que vernos ahora

Tendrías que vernos ahora, maldito hijo de perra, con los faldones en los tobillos pero sin vergüenzas, en medio de la nada pero con todo en nuestras manos, asustando a compañeros nuestros que la valentía la encuentran en los cubos de la basura. Tendrías que vernos y envidiarnos, gastarnos y alabarnos, tendrías que resumir novelas de mil páginas en una servilleta para reencontrarte con lo que ahora por fin somos, tendrías que hacer todo eso para decidir si merece la pena tu recuerdo.

Tendrías que dar por el culo a vírgenes que muestran pecas en pieles blanquecinas que no merecen, dar por el culo sin miramientos hasta eyacular sobre la luna del coche estacionado en el cielo, tendrías que arrimar el hombro de vez en cuando para que alguien se de cuenta de los caminos cortados que llevan a los sueños. Tendrías, desde luego, que asimilar las cenizas en urnas arrasadas por mesas idénticas, por ordenadores amortizados, tendrías que vernos ahora entre grapadoras que emparejan la palabra y las cifras.

Tendrías que vernos ahora, sí, tendrías que vernos ahora, con los tobillos escondidos bajo sábanas de verano, tendrías que vernos ahora con el margen de las páginas en blanco emborronado, tendrías que vernos ahora maldito hijo de perra, y decirle a tu santa madre que los buenos llegaron a tiempo, sí llegaron, querido impresentable, llegaron a tiempo para recoger de la cuneta los breves mensajes señalados.

Tendrías que vernos ahora y reconocer que también los orcos desmemoriados como tú, a veces, sólo a veces, rescatan la memoria que nos pertenece y nos reafirma.

No hay comentarios:

Publicar un comentario