miércoles, 29 de junio de 2011

Lectura de una infancia

A veces no caminan los deseos. Se paran, se atoran ante los leves resplandores de horizontes y soles. Suelen responder a los estímulos pasajeros, pero no caminan. Si vuelven a los años setenta sus pies de duende dubitativos intentan un paso, pero no caminan, no consiguen avanzar un metro, es extraño. Sin embargo remolonean en las entradas de colegios, en los uniformes grisáceos de otras épocas, hay pizarras para desprender del llanto la tiza del pasado. Es cierto, que ni así caminan, pero cruzan miradas que lo dicen todo con el atardecer de las edades tempranas.

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