lunes, 18 de julio de 2011

Lectura de una infancia

La luz del verano como la hemos conocido,

con los tintes de bellacos abordando playas

de carne y fuego, ensaladas de pezones

de estéticas dispares. Como conocimos también

los versos, las calles empedradas y los fríos

entrando septiembre. Recuerda si quieres

los ecos de los monasterios de la meseta

sin rezos más allá del sexo salvaje de los jóvenes

que fuimos. Ahora la estepa documental

en blanco y negro, trazados de gomas sobre

el asfalto, el mundo en la mochila

reclamando pertenencias.

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