viernes, 4 de mayo de 2012

Truenan los dichos románticos

A Sergio.

Suenas todas las tonadas de un océano desperezado

entre las sábanas de un delfín de fósforo.

Derroteros de una mañana sin horas entre el cemento

de unos brazos en plásticos abrazados, como puede

el hombre ahora y siempre dormir a la intemperie

de un sueño. Si hay teclas de sollozos de colores

déjame que suene el do, el re, el sol de los ausentes,

el temprano café de una madrugada que resultó

ser de alguien que siempre odiaba las luces

que no cesan. Son femeninos o masculinos

los brotes de alergia ahora que no llueve, que secos

se quedan las hojitas de mi hijo, o las guarderías

sin paredes ni ventanas. Se despeña la botella

de agua mineral entre barrotes que lo ocultan

todo, pero es sed lo que ahora veo y los ecos,

y las muertes, y el romanticismo culo contra culo,

senos deformes amamantando trocitos de cristal

desperdigados, las aceras están sucias y no hay barrenderos

capaces de ocultar las estrellas en los charcos.

Y te resulta extraño que odie a los animales y ladre

como un perro, que acaricie las patitas de Lytton y recueste

mi barba de tres días en los marcos de las puertas.

Y resulta también que no hay guerra capaz de defender

una frontera de la carne, ni desaparición que no exceda

del tiempo establecido. Todo eso de un viaje interminable

ya se acaba, todo eso de las botas

entre el barro va tocando la campana de un iglesia,

y hay escalofrío y también belleza, y también el musgo

entre los dientes de las ranas, hay en serio todo eso que

un día resultó lo único. Como carretas sin ruedas

se marcan los caminos, suelen las fondas alumbrar

con rabia los arcenes clandestinos del fuego de una hoguera,

el fuego de un vaso vacío, hay flores del mal

sin tiestos en las terrazas. Resulta igualmente extraño

el vuelo de la baba, el buceo de la sangre y el naturalismo

de los libros que dan asco.

Podríamos seguir con esta descripción de este amor que no declina,

de un nuevo mundo ante tus ojos,

como los rejos y las hayas, como los robles en un bosque

de peleas por el verso y el acento.

Resulta todo aquello que se fue quedando entre papeles,

océanos de espermas y pieles resecas por el uso,

baladas entre penumbras que roban los brillos de la noche.

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