martes, 14 de agosto de 2012

Del amor el suero oftálmico sabe lo suyo


Concretaba siempre que podía la hora exacta de la cita. Era sencillo, insistía nada más salir del cine y no paraba hasta que ella entraba en el portal. A ella le hacía gracia el cortejo insistente y a veces hasta ingenioso. Él creía en los juegos de palabras y se inventaba sobre la marcha ingenios malísimos. A ella le gustaban tanto como los bombones de chocolate que sólo se elaboran en ciertas épocas del año. Él buscaba su voz y versos olvidados mientras contaba las baldosas del camino a casa. Ella esperaba más intentos y menos aciertos. Él no era bueno, de hecho era más bien mediocre y se notaba en ciertas actitudes cotidianas. Por ejemplo, no era capaz de escribir una sola hoja seguida sin recurrir a la nostalgia o a lo ya escrito. Ella pensaba que valía mucho, prefería estar con él durante cinco minutos a una noche de fiesta con sus amigas. Se me ha olvidado deciros que eran jóvenes en todos los aspectos. Me refiero con esto a que, por ejemplo, él pensaba que soñar era una obligación y no un efecto pasajero de los años primeros. Ella era joven y se creía que el monte era orégano y generalmente cuando hacía ensaladas hacía la broma típica de un joven que comienza, algo así como qué salada soy en esta sala. Juegos de palabras para jóvenes malditos, bromeaba él en brazos de ella.  Eran jóvenes rondando los cincuenta. Él sufría de la vista y tenía que administrarse pequeñas dosis de suero oftálmico, sobre todo en días de mucho trabajo y lectura, porque le gustaba mucho leer, sobre todo novelas que hablaban de viajes lejanos y esperanzas marchitas. Ella era una perita en dulce, cualquiera se la hubiera pedido de postre en una comida de domingo. Se quedaba callada porque no tenía nada que decir, solo sentía con intensidad y eso era suficiente para ella. Él a veces miraba los mapas de carreteras hasta que se dio cuenta de que no sabía doblarlos. Él y ella compraron una barca con un camarote escondido. Cercaron de pasada sus propiedades  cuando el ciclón Ganzo arrasó todas las praderas.

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