jueves, 30 de agosto de 2012

Verdades y mentiras


Es una mentira y de las gordas. Los balcones de los edificios de mi barrio están vacíos pero no lo están. Me explico, sobre todo para que no pienses que estoy loco o se me va la cabeza a estas alturas de la película. Tú sabes que alguna vez hemos hablado sobre lo que la vida deja como rastro, lo que no vemos pero está ahí, ocupando su sitio con la dignidad precisa. Esas trazas invisibles también ocupan hoy las balconadas de mi barrio. Ahora no me preguntes cómo podemos cotillear si no somos capaces de ver nada, si solo hay vacio. Imagina, te digo, por ejemplo, qué ocurrió en el segundo derecha cuando salían por la puerta cargados de maletas, con el perro en el regazo del chico moreno y los niños mudos e inexpresivos. Haz volar esa cabecita y mira ahora el balcón. Si te pasa como a mí, podrás ver al padre inclinado en la barandilla mirando el mar. No parpadea, el cigarro se consume entre sus dedos, espera a que los invitados se vayan tras una cena llena de momentos tensos. Ahora uno de sus hijos asoma la cabeza y él le suelta un grito de reproche. El crío desaparece de la vista. Si quieres lo podemos dejar aquí, no es agradable asomarse a los entresijos de la privacidad de otros, tu entiendes lo que digo. El balcón de la esquina, sin embargo, es más alegre. ¿Te acuerdas de la chica tatuada que paseaba por el barrio cogida de la mano de un chico impresentable? Eso al menos decías tú, impresentable porque enseñaba los calzoncillos y pedía más dinero de la cuenta a los vecinos. Ahora en el balcón el chico y la chica se comen a besos, pero también se tocan enfermizamente, devorándose a bocados de realidad, o de esperanza, o de deseo simplemente. Se rompen la ropa y tiran las copas de vino que están sobre la mesita que tienen en la terraza. Hay vida que no se ve, la que va quedando y alguien recuerda de casualidad. Una vez me dijiste que la vida era misteriosa, que uno vive y la memoria colectiva es la que mantiene a flote las respiraciones y los alientos. Los balcones de mi barrio, querida amiga, están vacios pero no lo están.

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