martes, 28 de agosto de 2012

verdades y mentiras


Quieres subirte a la torre más alta de la ciudad. Pero dime qué harás cuando llegues a su cima. Dime qué recordarás teniendo a tus pies la urbe y el río que la bordea. Dime con la mano en el corazón qué nombres recordarás allá arriba, en medio de la nada, dime si te atreves cuántos recuerdos podrás ordenar en la cabeza tan cerca de las nubes. Extraño me pareces mientras vas subiendo los escalones. Para qué quieres la vista si no eres capaz de sentirte libre con el paisaje. Necesitas datos, gráficas, informes concluyentes, ricos y pobres, necesitas una corbata y una carpeta, así que dime cómo puedes decir que has levado el ancla si ni tan siquiera eres capaz de verte los pies. Quiero contarte una cosa, antes  de que desparezcan del asfalto tus pies. Déjame decirte que conocí a una chavala que quería subir a la torre más alta de la ciudad, pero enseñaba los pechos, vestía camisetas manchadas de sudor y sus sandalias dejaban ver los dedos irregulares de sus pies. Alcanzó la parte más alta e hizo de la vista y el paisaje un nuevo comienzo, dejó de pasar hambre pero no visitó el restaurante elitista en las alturas. Esa chica, adoraba las tormentas y sus manos estaban vacías, no sabía interpretar cifras y signos, pero dijo que los cambios eran posibles desde las vísceras del idealismo, y ya me ves,  entre toda esta mierda de cemento y sudor. Pero creí en esas palabras entre orgasmo y orgasmo, y ahora regento una empresa que derriba torres indecentes y construye palabras inservibles, pero hermosas.

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