domingo, 11 de diciembre de 2011

El joven feriante. La feria llega a la ciudad y abandona el barco

Se pasan buenos momentos
con Mika y Spencer.
Tienen su gracia en la tristeza
de un momento,
en el verano que uno ha de recordar
siempre de pasada, pues los
detalles van doliendo
hasta que en la meta se entienden.
Espera la carretera
para estos ojos que son los míos,
para mis pies ajados
y mi colección de corazones.
Ahora otra ciudad, claroscuros
cuando uno intuye que el estío
es un logaritmo neperiano excluido
de los libros de texto. Entonces
la tristeza me lleva hacia
vosotros, los dóciles amantes
de bravos amores que se quedan en casa,
que no inician el viaje
hacia lo siguiente, más bien se quedan quieto,
les bastan los despertares
de domingo que viven legañas
y arrumacos al son de chiringuitos
que anhelan un vasito de agua.

No somos los de mi especie
esa especie de tiros a la nada,
muy al contrario, nos refugiamos
en la ternura de unos ojos que existen
de unas manos que existen,
de los cuerpos erizados que existen
igualmente también de pasada,
pero están ahí ante la necesidad del que viaja
sin el vagón apropiado.

Aflora en este mensaje de inicio de marcha
una Mika que se pierde entre mis brazos,
el regadío de sus ojos
embarra las huellas de la carreta
y cultiva adioses que no encuentran templos
ni feligreses. Se deja de creer
cuando se parte hacia lo mismo, cuando
hay carreteras que no llevan
a tu nombre. Se deja de creer también
en el regazo de un poema que no rima,
entre las mierdas de versos como estos que
dejan a Spencer en la estacada,
Mika y Spencer despatarrados en mis memorias.

No te apures por mi canto,
por esta pataleta bisoña de un joven
que empieza en los finales
de este cuento, la torpeza
ascos no hace a la melancolía si ésta
acaba volviendo a los
mismos edificios, a las mismas avenidas
entre parques sin amantes.

La torpeza abandona el barco si las ferias
llegan a la ciudad
donde Mika y Spencer me hicieron suyo
y ya no se me aparecen.

No hay comentarios:

Publicar un comentario