jueves, 25 de agosto de 2011

Como una pereza de persianas hoy irrumpes
en la luz, dejas que los coches se paseen sin ruidos
para dejar mi siesta a su cuidado. Eres ángel
de la guarda del ateo, leve vaho profundo
del que ha muerto, quietud de esta mecedora
en horas altas que decora la salita. No sueles
de primeras valorar como merecen los piropos
que invento sin parar incluso cuando
los autobuses parten y los cuchillos se niegan
a partir las verduras del almuerzo.
Hoy toca, si aprecias mis palabras, una terraza
y el vermut, resaca de un día sin dormir
ante la cama desecha por los acontecimientos
que ya pasaron.

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