martes, 18 de octubre de 2011

De pasada ya no vale.

De pasada uno se quita los calcetines cuando
llega a casa, sin rechistar dobla la ropa sobre
la cama, se tiende en el sofá y una lata
de cerveza o un cigarro hacen las veces de memoria,
si se tiene perro, se le hace unas caricias
antes del inicio de la vigilia de la cena y los debates
televisivos. Tiempo hay suficiente se supone
para los recados que tiene uno que dejar cerrados
antes de que se acabe la semana.
A veces, de pasada, uno deja un pequeño hueco
en la butaca a fotografías antiguas, a los libros
de vida que no respiran apenas, a esos
cuadros iguales a otros miles de cuadros que
ha comprado en Ikea y que se agobian
en las irregularidades de la pared. Todo
aquello que de puntillas le pica en la entrepierna,
de pasada, como uno se quita los calcetines
cuando llega a casa.

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