jueves, 3 de noviembre de 2011

Las mañanas. La feria llega a la ciudad y abandona el barco

Acabo de correrme, es extraño el aliño
de pereza y sudor de un domingo
cualquiera, la resaca me mata
y te tengo en la pantalla como siempre,
explotas los granos de la barbilla
mientras espero un desnudo,
un aliento de ceros y unos que destile
la ginebra de la noche
pasada, creo que la noria tuvo la culpa
cuando introduje mi mano en tu
entrepierna, ¿estábamos solos?, no consigo
acordarme de los detalles
que las luces en la noche destiñen.
Quiero apagar el monitor pero no puedo
dejar de tocarme y eyacular
en las palmas de unas manos
que ayer entregué a tus dominios,
sabes que odio los poemas rebeldes
que golpean la bola, que chocan los coches
y ante todos ridiculizan tatuajes
de mentira. Aparta por favor
de mi vista, tócate de una vez las tetas,
mastúrbate como si la vida
te fuera en ello, déjame grabarte
mientras pueda soñar sin intermediarios,
Mika, amor, regálame otro baile de
los tuyos, con la falda y el corpiño,
la provincia entre tus pechos y el cansancio,
dile a mi madre que llegaré tarde
por si vuelve. Hoy es una mañana extraña
de domingo, algo en el aire apalea
los árboles del paseo, los perros
no molestan en nuestro patio, beben
las botellas, como se nota que las ferias
han llegado a la ciudad.

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