miércoles, 2 de noviembre de 2011

Tren al centro. La feria llega a la ciudad y abandona el barco.

Déjame que te cante, es domingo
y estoy a oscuras contigo.

Huele a humedad en los bajos
de tu camisa, muévete a mi izquierda,
los días pasan y yo me quedo,
me bajo en esta cuneta que suena
a rock del bueno, pesticidas
de buenas a primeras para paliar
el cariño y la pérdida, déjame
decirte esto ahora que me atrevo,
hay ronquidos que despiertan
una víscera o besan, si tienen ganas
de mear, la noche más oscura
con sus vías al fondo a la derecha,
hace frío y nosotros sin mantas
con que arropar tus pezones y mis
cada vez más eróticos dientes
descuadrados, no os dejan dormir
los murmullos y lo que celebran
allá lejos, oigo si me dejas
los elefantes campar a sus anchas
por nuestra duermevela,
deja mi polla tranquila, hemos
tenido por hoy suficiente,
el cenicero lo dejaste en la cocina,
no mires el despertador
y ponte guapa, los gallos ya no cantan
por estos lugares, nuestras papás
dejaron de querernos
cuando dijimos que éramos novios,
los amigos se esconden
en libros de autoayuda, y cuando
se hace tarde solo te deseo
a tumba abierta, te rompería
el labio a mordiscos y daría
tu nombre a las autoridades por gamberra
y libertina, por dejar en callejones
sin luz nuestra atracción
preferida, se te olvidan los zapatos,
yo no saldría con esos tomates
en los dedos, apaga las luces
y dame las llaves, ronroneemos
un poquito en el rellano, luego
vendrá lo de siempre, cabrona,
los celos, el de los globos de colores,
la noche que se apaga en tu ceniza.

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