jueves, 28 de junio de 2012

Diario de un cubo de basura

Cuando uno dice gilipolleces, obscenidades, palabras vacías y burdas, esconde un arma secreta capaz de hacer desaparecer continentes. Un arma de puertas hacia adentro, cargada de lugares oscuros y pieles tersas como el pasado que aparece de vez en cuando. Cuando uno habla en ruso, activa esa arma en medio de la batalla, y la soledad hace acto de presencia como un disparo certero cuando la bandera blanca ondea entre los vientos. Cuando ocurre todo eso, de repente, hay un cuarto diminuto, blanco y verde, una cama y un ruso y una negra hablando en lenguajes extraños, riendo entre susurros, dejando estelas de otras vidas en medio del camino. Hay una cocina también que huele a vino, a fritos recién hechos y frutas de verano. Cuando uno dice gilipolleces esconde, es cierto, una realidad que no es apta para respirar tempranamente los aires de unas mañanas abandonadas a su suerte.

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