jueves, 7 de junio de 2012

Credos de muchachas de la barriada,
como dioses en minúsculas mi amor te canta,
a solas en estos altares a base
de musgo y chatarra, corrientes tiendas
deportivas que en rebajas ya no cuentan
entre las calles, derrumbes de ruinas
royendo en apenas unos segundos los huesos
de este sueño. Siempre lo mismo, el sueño
en duermevelas de hospitales, el sueño
sobre mantas húmedas olorosas de estíos
y viajes infinitos. Devastador es el aire
de ausentes, padres que se mueren, hermanos
de tiempos pasados que ahora sufren
los circos sin animales, los autobuses
que un nuevo año vienen de la nada
cercando y estrechando el escalofrío
y la rabia. Chancletas de andar por casa
que estrenas en la playa, en arenas secas
norteñas mientras suena la banda sonora
de toda una vida. Es Dylan a lo lejos, es Dylan
en la cercanía, es Dylan tus ojos, es Dylan
tu sujetador empotrado en mi deseo,
es Dylan las palabras en el bol de cereales,
en las penumbras de los flexos, es Dylan
la arcada de tu caricia entre mi pierna. Es Dylan
el café de la mañana
en cuartos menguantes con teclados,
todos los refugios son Dylan si te fijas,  pero es mentira,
como el desorden de estos versos
Dylan es tu falda, la eterna creencia del polígono,
es Dylan tu belleza que apuntala el cielo
entre estas paredes de miseria, es Dylan cuando
partes y te elevas, cuando te dicen que no puedes
y golpeas la mesa, eres Dylan querida mía cuando
las plantas ves crecer y te acurrucas, es Dylan
lo que envidia de estos años que se cansan
y envejecen, como ruegos y preguntas tras
una reunión interminable.

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