lunes, 12 de septiembre de 2011

Declaración de principios.

Cuando ves pasar los coches en la noche
y en vez de focos intuyes la luz centelleante,
te dejas caer en los destinos preferidos
de los Ford, los Cadillacs, los Opel,
si dejan atrás ciudades tú crees que son perfumes,
en eso consiste quizá el discurso.
A duras penas hoy se encuentran las palabras
en el oleaje que deja a solas el viento con
tu escarcha, declaras principios
ante la multitud de las entrañas, vislumbras
lo pobre y lo divino a partes iguales
en el maletero repleto de pasajeros deseos
juveniles. No se ha de rechazar
de primeras el cartón de la correspondencia
que salta de un buzón a otro, de una calle
a otra, también de un corazón a la entrepierna.
Existen muros que ocultan los pasillos,
los pasadizos secretos hacia los maduros secretos
del poema, y una lucha encarnizada
por las respuestas escondidas en los nombres
de la vida.
Aciertas con puntería principiante, al son
del que hiere de muerte su paseo
por la nada de los rostros parecidos
y los principios heredados.

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