martes, 6 de septiembre de 2011

Los horizontes cenizas son las peloteras de los mudos,
los movimientos inertes del lisiado en su letrina,
los refugios de montaña lleno de pedos y olores de muchos lugares,
es el pequeño cachorro que busca su sitio en la cocina,
y son los programas de la radio retransmitiendo eventos deportivos.

El horizonte ceniza no se quema como quizá imagines,
se encuentra en las florecientes rosas de los huertos,
en las huellas de la vida que el policía analiza para hacer daño,
es Dylan consumiendo su bolsa de los días,
sobrecitos de azúcar para cafés en tierras extrañas.
El horizonte ceniza no entiende de inviernos ni veranos,
es el otoño besando la primavera, el ocaso del disparate
que aparece de vez en cuando por la televisión.

El horizonte ceniza es la burguesía en sus salones,
es la puesta de largo de una chica en sus dieciocho,
el último suspiro de mascotas que se creían inmortales,
el horizonte ceniza se esconde en Guerra y Paz,
Sofía Tolstoi tiene algo de ello, lo tiene también un padre,
un hermano y una madrastra, está en los premios
del periódico, en los cursos de inglés que te llevan muy lejos.

El horizonte ceniza son cantares sin cuerdas vocales,
esfuérzate en verlo sentado a tu lado en el banco del parque,
está a la espera del dichoso atardecer
que tan bien pintaron esos jóvenes artistas adolescentes.

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