martes, 13 de septiembre de 2011

Fragmento de la novela "Los amigos en los bandos enemigos"

Más de una vez, Mateo le contaba a Nian qué pasó después de aquello, en las horas siguientes a la despedida de Arturo, tras la cena y las buenas noches cordiales que las familias de clase media madrileñas se dan sin el menor atisbo de prudencia. Le contaba que apagó el ordenador y se masturbó ciegamente con la cena aún en el gaznate, con un hipo entrecortado y leves ardores de estómago. Pero la anécdota no era la lujuria solitaria, sino la manera que tuvo de alcanzar el orgasmo. Se masturbó imaginando unos jóvenes que luchaban por algo que no sabían que era, y que utilizaban los medios necesarios que tampoco sabían en qué consistían. Sin embargo, la excitación se iba haciendo patente cuando la imaginación le llevaba a la búsqueda de esos jóvenes, a su compromiso por la causa, a los entretenidos juegos sexuales que se tienen cuando se sueña con algo que sabes que no serás capaz de alcanzar, pero que igualmente necesitas luchar por ello. Fue la primera vez que apartó de sus actividades onanistas las medias y los encajes, los cuerpos desnudos ofrecidos para el deseo y los labios húmedos dispuestos a succionar todo lo que la mente pone a disposición en esos momentos íntimos.


A Nian, según iban pasando los años, le describiría ese momento con más destreza y claridad, y ella poquito a poco iba imaginando lo importante que era sentir el compromiso, no ya sólo en la mente, en los actos, sino también en su clítoris, en sus pezones rosados y en sus zonas sensibles a Mateo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario